Un sitio donde cuento mi experiencia personal en la lucha exitosa contra un cáncer de mi esposa y en la superacion de mi obesidad mórbida
sábado, 11 de agosto de 2012
¿QUÉ ES LA ENFERMEDAD?
Lo que habitualmente llamamos enfermedad, es solo un síntoma del estado de desorden al cual hemos llevado a nuestro organismo. En sí mismo, el cuerpo humano tiene gran cantidad de maravillosos mecanismos para resolver problemas a los que puede verse sometido: excesos, carencias, toxicidad, etc. Pero nuestro moderno estilo de vida se las ha ingeniado para colapsar esa increí
ble armonía, malogrando la natural capacidad de adaptación a los inconvenientes.
Asumir esta realidad, representa el cincuenta por ciento de la solución de nuestros actuales problemas de salud. Y ese es el objetivo de este sitio: que el lector comprenda cómo él mismo ha generado tal situación de desorden y -por sobre todo- cómo él mismo puede remediar tal problema, en la medida que retorne a los hábitos saludables que nunca debió abandonar.
En esto no hay misterios, y tampoco soluciones mágicas. Los errores se generan principalmente por desinformación. En la medida que sepamos como opera la inmensa inteligencia corporal y comprendamos sus mecanismos, veremos que es muy sencillo jugar a favor (y no en contra) de nuestra propia naturaleza humana. Entenderemos que no habrá medicamento alguno que pueda remediar los problemas, mientras no dejemos de boicotear nuestro organismo con hábitos que van en contra de las leyes naturales que lo crearon.
Inicialmente debemos comprender como funciona el mecanismo de la intoxicación cotidiana y el ensuciamiento corporal. Si diariamente incorporamos más tóxicos de los que podemos evacuar, no necesitamos ser científicos para entender que la acumulación de toxinas acabará por generar un colapso tóxico. Esa es la génesis profunda de la mal llamada enfermedad: desde un eccema hasta un cáncer, todo responde al mismo mecanismo de generación. Solo difiere el grado de toxemia y el órgano mediante el cual, nuestro organismo expresa su claudicación.
Para el correcto funcionamiento corporal es importantísimo el rol que cumple la correcta nutrición, pero de poco servirá una alimentación de alta calidad en un contexto de ensuciamiento corporal crónico. El mejor de los nutrientes puede ser mal aprovechado, como consecuencia de estar atrofiados los mecanismos de la química corporal, a causa del colapso tóxico. La analogía con un automóvil puede ayudarnos a comprender mejor este concepto.
Si su vehículo está carbonizado y fuera de punto, debido al uso de combustible incorrecto, seguramente usted haría limpiar el motor y cambiaría la calidad del combustible. ¿Serviría hacer sólo una de las dos cosas? Con el cuerpo pasa exactamente igual. De poco sirve una sola acción. Hay que depurar para eliminar la vieja escoria que impide el normal funcionamiento. Y también hay que cambiar la calidad del “combustible” para que no vuelva a “carbonizar” la estructura.
Una persona que decida recuperar por sí misma su natural estado de salud y equilibrio, debe abordar irremediablemente el trabajo depurativo como prioridad absoluta. Es evidente que si no comenzamos por “destapar” nuestros filtros orgánicos y moderar el nivel de toxemia, todo lo que hagamos en procura de la salud, perderá efectividad. Viceversa, cualquier práctica terapéutica se beneficiará de la tarea depurativa y de una nutrición no ensuciante.
Ejercer nuestro natural derecho a un óptimo estado de salud, se parece mucho a una mesa asentada en tres patas: todas deben estar fuertes y en equilibrio. Por ello, la tarea de limpieza orgánica se potenciará enormemente con un contemporáneo freno al ingreso de nuevas toxinas y aporte de los nutrientes esenciales que faltan. Trabajar separadamente cada aspecto, conspira contra una rápida recuperación de la salud y el equilibrio.
viernes, 3 de agosto de 2012
HASTA CUANDO?
Mientras los periódicos y las
televisiones hablan de la vida de los famosos, el jefe de la tribu
Kayapo recibía la peor noticia de su vida: Dilma, la presidenta del
Brasil, ha dado el visto bueno a la construcción de una planta
hidroeléctrica enorme (la tercera más grande del Mundo).
Es la sentencia de muerte a todos los pueblos cercanos al río, ya que la presa inundará 400.000 hectáreas de bosque.
Más de 40.000 indígenas no tendrán donde vivir.
La destrucción del hábitat natural, deforestación y la desaparición de multitud de especies es un hecho.
¡40.000 seres humanos!…
¿Y nos preocupamos por 6 o 7 o 10 que llenan las revistas?
¿Qué llevan puesto?
¿Con quién se casan?
¿De quién se divorcian?…
¡Por Dios… qué vergüenza, sentimos los que valoramos cada VIDA COMO ÚNICA!
¡NO hay vidas “MAS DIGNAS” que otras!…
to@s estamos en este mundo para vivir con la misma dignidad… y no habrá
una “guerra justa”(si alguna lo es…), simplemente ante este
imperdonable, habrá un silencio:
¡el de los fuertes!
Lo que conmueve y hace que algo se retuerza por dentro, lo que genera vergüenza de nuestra cultura…
La “impresión” que tuvo el jefe de la
comunidad Kayapo al enterarse de esa decisión, su gesto de dignidad y de
impotencia, bajando la cabeza, llorando… ante el avance de “nuestro
progreso”, hipercapitalista, la modernidad depredadora, la civilización
que no respeta la diferencia …
¿Hasta cuándo aún?…
¿Y qué va a ser ahora mismo tambien de los Dongria Kondh? en la misma situación, y tantos y tantos seres humanos oprimidos…
¿A nadie le importan….?
Sólo podemos cambiarlo nosotros, cada uno de nosotros, no ellos…
Por favor haz que esto circule y sintamos vergüenza…
NUESTRO SISTEMA INMUNOLÓGICO
El sistema inmunológico es asombrosamente complejo. A menudo las personas hablan de él como si fuera un órgano identificable, como por ejemplo un pulmón. Nada más alejado de la realidad. Se trata de un sistema y no de un órgano.
En esencia, nuestro sistema
inmunitario es como una red militar diseñada para defenderse de los
invasores extranjeros. Los “soldados” son los glóbulos blancos, que
están compuestos por muchos subgrupos diferentes, cada uno de los cuales
tiene su propia misión. Estos subgrupos son análogos a un ejército, a
la armada, a la fuerza aérea y a los marines, y cada grupo de
especialistas se ocupa de un trabajo altamente
especializado.
El “centro de reclutamiento” del sistema se encuentra en la médula ósea, responsable de producir células especializadas denominadas células madre. Algunas de ellas, que se liberan en el flujo sanguíneo para cumplir su función en una parte distante del organismo, se denominan células o linfocitos B (B, por la palabra inglesa bones, que significa “huesos”). Otras células formadas en la médula ósea siguen siendo inmaduras, o no especializadas, hasta que se desplazan a la glándula timo (un órgano que se encuentra en la cavidad del pecho justo por encima del corazón), donde se convierten en células especializadas. Se las conoce como células o linfocitos T (por timo). Estas células “soldados” se unen a otras células especializadas y forman un equipo para crear planes de defensa inexpugnables. Se reúnen en las principales intersecciones del organismo, incluidos el bazo (a la izquierda del cuerpo, justo por detrás y debajo de las costillas) y los ganglios. Estos puntos de encuentro son como centros de mando y control, donde las células “soldado” se reorganizan en equipos para atacar a los invasores extraños.
Estas células son sorprendentemente dúctiles cuando se agrupan en equipos. Son capaces de reaccionar endiferentes circunstancias y ante diversas sustancias foráneas, incluso ante aquellas a las que jamás se habían enfrentado. La respuesta inmunitaria ante estos cuerpos extraños es un proceso muy creativo, una de las verdaderas maravillas de la naturaleza.
Los invasores extraños son moléculas de proteína llamadas antígenos; estas células foráneas pueden ser una bacteria o un virus que pretende destruir nuestra integridad física. De manera que nuestro sistema inmunitario se encarga de destruir esos cuerpos extraños, llamados antígenos, en cuanto advierte su presencia. Cada uno de estos antígenos posee una identidad propia, determinada por la secuencia de aminoácidos que contienen sus proteínas. Esto es equivalente al hecho de que cada uno de nosotros tenga una cara diferente. Dado que existe una gran variedad de aminoácidos disponibles para crear proteínas, existe una variedad infinita de caras.
Para contraatacar a estos antígenos, nuestro sistema inmunitario debe personalizar su estrategia de defensa para cada ataque, y lo hace creando una “imagen especular” de la proteína para cada atacante. La imagen especular es capaz de adecuarse perfectamente al antígeno y destruirlo. En esencia, el sistema inmunitario crea un molde
para cada “cara” que encuentra, y utiliza el molde personalizado para “capturar” al invasor y eliminarlo cada vez que vuelve a ver esa cara después del encuentro inicial. El molde puede ser un anticuerpo, una célula B o un componente del receptor de la célula T (una proteína).
La inmunización implica recordar cada una de las defensas desplegadas contra cada uno de los invasores. Por ejemplo, una exposición inicial a la varicela es una batalla difícil; no obstante, la segunda vez que te afecte ese mismo virus ya sabrás exactamente cómo tratarlo y el combate será menos prolongado y doloroso, y mucho más exitoso.
Acaso ni siquiera llegues a enfermar.
especializado.
El “centro de reclutamiento” del sistema se encuentra en la médula ósea, responsable de producir células especializadas denominadas células madre. Algunas de ellas, que se liberan en el flujo sanguíneo para cumplir su función en una parte distante del organismo, se denominan células o linfocitos B (B, por la palabra inglesa bones, que significa “huesos”). Otras células formadas en la médula ósea siguen siendo inmaduras, o no especializadas, hasta que se desplazan a la glándula timo (un órgano que se encuentra en la cavidad del pecho justo por encima del corazón), donde se convierten en células especializadas. Se las conoce como células o linfocitos T (por timo). Estas células “soldados” se unen a otras células especializadas y forman un equipo para crear planes de defensa inexpugnables. Se reúnen en las principales intersecciones del organismo, incluidos el bazo (a la izquierda del cuerpo, justo por detrás y debajo de las costillas) y los ganglios. Estos puntos de encuentro son como centros de mando y control, donde las células “soldado” se reorganizan en equipos para atacar a los invasores extraños.
Estas células son sorprendentemente dúctiles cuando se agrupan en equipos. Son capaces de reaccionar endiferentes circunstancias y ante diversas sustancias foráneas, incluso ante aquellas a las que jamás se habían enfrentado. La respuesta inmunitaria ante estos cuerpos extraños es un proceso muy creativo, una de las verdaderas maravillas de la naturaleza.
Los invasores extraños son moléculas de proteína llamadas antígenos; estas células foráneas pueden ser una bacteria o un virus que pretende destruir nuestra integridad física. De manera que nuestro sistema inmunitario se encarga de destruir esos cuerpos extraños, llamados antígenos, en cuanto advierte su presencia. Cada uno de estos antígenos posee una identidad propia, determinada por la secuencia de aminoácidos que contienen sus proteínas. Esto es equivalente al hecho de que cada uno de nosotros tenga una cara diferente. Dado que existe una gran variedad de aminoácidos disponibles para crear proteínas, existe una variedad infinita de caras.
Para contraatacar a estos antígenos, nuestro sistema inmunitario debe personalizar su estrategia de defensa para cada ataque, y lo hace creando una “imagen especular” de la proteína para cada atacante. La imagen especular es capaz de adecuarse perfectamente al antígeno y destruirlo. En esencia, el sistema inmunitario crea un molde
para cada “cara” que encuentra, y utiliza el molde personalizado para “capturar” al invasor y eliminarlo cada vez que vuelve a ver esa cara después del encuentro inicial. El molde puede ser un anticuerpo, una célula B o un componente del receptor de la célula T (una proteína).
La inmunización implica recordar cada una de las defensas desplegadas contra cada uno de los invasores. Por ejemplo, una exposición inicial a la varicela es una batalla difícil; no obstante, la segunda vez que te afecte ese mismo virus ya sabrás exactamente cómo tratarlo y el combate será menos prolongado y doloroso, y mucho más exitoso.
Acaso ni siquiera llegues a enfermar.
LA CONTROVERSIA DE LA CONTROVERSIA
Imagina que estás mirando la
primera página del diario y encontras el siguiente titular: “La leche
de vaca es la causa probable de la diabetes tipo 1, una enfermedad
letal”.
No obstante, este titular no aparecerá en
primera plana, independientemente de las evidencias científicas
acumuladas, porque la reacción sería violenta y el impacto económico,
monumental. Para acallar este titular, se echa mano de una poderosa
etiqueta: “controversia”. Con todo lo que está en juego, y con la gran
cantidad de información que solo entienden unas pocas personas, es muy
fácil generar y sostener la controversia. La polémica es una parte
natural de la ciencia; sin embargo, es muy frecuente que no sea el
resultado de un debate científico legítimo, sino un reflejo de la
necesidad de postergar y distorsionar los resultados de la
investigación. Por ejemplo, si afirmo que fumar es nocivo para la salud y
presento una montaña de pruebas para apuntalar mi opinión, las
compañías tabaqueras pueden dedicarse a buscar un único detalle que no
haya sido completamente resuelto, para crear luego una polémica en torno
a la idea de que los cigarrillos son malos para la salud, anulando
todas mis conclusiones.
Esto resulta muy sencillo porque en toda investigación siempre habrá detalles sin resolver; esta es la naturaleza de la ciencia. Algunos grupos emplean la controversia para silenciar determinadas ideas, obstaculizar la investigación constructiva, confundir a la población y criticar a las políticas públicas de ser incongruentes. Recurrir a ella como medio de desacreditar hallazgos que causan inconvenientes económicos o sociales es uno de los mayores pecados en el campo de la ciencia.
A las personas profanas en la materia puede resultarles difícil evaluar la legitimidad de una polémica referida a un tema excesivamente técnico, como puede ser la relación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. Y esto sucede de cualquier modo, a pesar de que estas personas demuestren interés por leer artículos científicos.
Tomemos como ejemplo una revisión científica reciente sobre la asociación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. En diez estudios humanos (todos ellos con un diseño caso-control) resumidos en un documento que se publicó como parte de una “serie de temas controvertidos”, los autores concluyeron que cinco de los diez estudios indicaban una asociación positiva, y estadísticamente relevante, entre la leche de vaca y la diabetes de tipo 1; los otros cinco no la mencionaban. En principio, este hecho parece revelar una considerable incertidumbre que, como es obvio, ya es un paso más que suficiente para desacreditar la hipótesis.
No obstante, los cinco estudios que se contaron como “negativos” no indicaron que la leche de vaca redujera la incidencia de la enfermedad. Lo que demostraron fue que no había efectos estadísticamente significativos para ninguna de las dos conclusiones. En contraste, había un total de cinco estudios que son relevantes en términos estadísticos y todos ellos arrojaron el mismo resultado: un consumo temprano de leche de vaca está asociado con un riesgo superior de sufrir diabetes tipo 1. Hay solo una probabilidad entre sesenta y cuatro de que este resultado fuera azaroso o aleatorio.
Se dan muchas, muchísimas razones –algunas visibles y otras no– por las cuales un experimento no encontraría ninguna relación estadísticamente relevante entre dos factores, ni siquiera aunque exista dicha relación. Quizá el hecho de que el estudio no incluyera una cantidad suficiente de personas impidió obtener una certeza estadística.
Acaso la mayoría de los sujetos tenían hábitos alimentarios muy similares, limitando así la posibilidad de detectar la relación que se investigaba. Es probable que la evaluación de los hábitos nutricionales que tenían los bebés muchos años atrás fuera lo suficientemente inexacta como para ocultar una relación real. También puede ser que los investigadores estudiaran un periodo de la vida del bebé que no fuera el correcto.
El caso es que si cinco de los diez estudios descubrieron una asociación estadísticamente significativa y los cinco demostraron que el consumo de la leche de vaca estaba vinculado con una mayor incidencia de la diabetes tipo 1, pero ninguno de ellos indicó que la leche de vaca se relacionaba con una reducción de la enfermedad, creo que difícilmente se puede afirmar (como hicieron los autores de esta revisión) que la hipótesis “se ha enturbiado debido a las incongruencias del material publicado”.
En este mismo informe, los autores resumieron otros estudios que comparaban indirectamente la relación entre la lactancia materna y el consumo de leche de vaca con la diabetes tipo 1. Esta compilación incluía cincuenta y dos comparaciones posibles, veinte de las cuales eran estadísticamente relevantes. De esas veinte, diecinueve estaban a favor de la asociación entre la leche de vaca y la enfermedad. Una vez más, la asociación hipotética resultaba considerablemente favorecida, algo que los autores parecen no haber constatado.
Cito este ejemplo no solo con el fin de apoyar el efecto evidente de la leche de vaca sobre la diabetes tipo 1, sino también para ilustrar una táctica que se utiliza a menudo para conseguir que un tema sea controvertido cuando, en verdad, no lo es. Esta práctica es más común de lo que debería ser, además de constituir una fuente de confusión innecesaria. Cuando los investigadores apelan a ella –e incluso aunque no lo hagan de forma intencionada, suelen tener serios prejuicios en relación con la hipótesis presentada. Poco tiempo después de escribir esto, escuché en la Radio Pública Nacional una breve entrevista realizada a uno de los autores de esta publicación sobre el problema de la diabetes tipo 1. Basta decir que el autor se negó a reconocer las evidencias científicas relacionadas con la hipótesis sobre la leche de vaca.
Es bastante improbable que esta investigación sobre la diabetes pueda llegar a los medios de comunicación en un futuro cercano porque es un tema con unas implicaciones financieras desmesuradas para la agricultura y, además, porque hay demasiadas personas con férreos prejuicios respecto de la hipótesis en cuestión. De cualquier modo, existe una abrumadora cantidad de evidencias científicas contundentes que señalan a la leche de vaca como la causa de la diabetes tipo 1, a pesar de que aún no somos capaces de comprender totalmente los complejos detalles mecanicistas que intervienen en el proceso. Y no solo tenemos evidencias del peligro que implica la leche de vaca; también contamos con pruebas contundentes que demuestran que la asociación entre la diabetes y la leche de vaca es biológicamente verosímil. La leche materna es el alimento perfecto para los bebés y una de las cosas más perniciosas que puede hacer una madre es sustituirla por la de vaca.
Esto resulta muy sencillo porque en toda investigación siempre habrá detalles sin resolver; esta es la naturaleza de la ciencia. Algunos grupos emplean la controversia para silenciar determinadas ideas, obstaculizar la investigación constructiva, confundir a la población y criticar a las políticas públicas de ser incongruentes. Recurrir a ella como medio de desacreditar hallazgos que causan inconvenientes económicos o sociales es uno de los mayores pecados en el campo de la ciencia.
A las personas profanas en la materia puede resultarles difícil evaluar la legitimidad de una polémica referida a un tema excesivamente técnico, como puede ser la relación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. Y esto sucede de cualquier modo, a pesar de que estas personas demuestren interés por leer artículos científicos.
Tomemos como ejemplo una revisión científica reciente sobre la asociación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. En diez estudios humanos (todos ellos con un diseño caso-control) resumidos en un documento que se publicó como parte de una “serie de temas controvertidos”, los autores concluyeron que cinco de los diez estudios indicaban una asociación positiva, y estadísticamente relevante, entre la leche de vaca y la diabetes de tipo 1; los otros cinco no la mencionaban. En principio, este hecho parece revelar una considerable incertidumbre que, como es obvio, ya es un paso más que suficiente para desacreditar la hipótesis.
No obstante, los cinco estudios que se contaron como “negativos” no indicaron que la leche de vaca redujera la incidencia de la enfermedad. Lo que demostraron fue que no había efectos estadísticamente significativos para ninguna de las dos conclusiones. En contraste, había un total de cinco estudios que son relevantes en términos estadísticos y todos ellos arrojaron el mismo resultado: un consumo temprano de leche de vaca está asociado con un riesgo superior de sufrir diabetes tipo 1. Hay solo una probabilidad entre sesenta y cuatro de que este resultado fuera azaroso o aleatorio.
Se dan muchas, muchísimas razones –algunas visibles y otras no– por las cuales un experimento no encontraría ninguna relación estadísticamente relevante entre dos factores, ni siquiera aunque exista dicha relación. Quizá el hecho de que el estudio no incluyera una cantidad suficiente de personas impidió obtener una certeza estadística.
Acaso la mayoría de los sujetos tenían hábitos alimentarios muy similares, limitando así la posibilidad de detectar la relación que se investigaba. Es probable que la evaluación de los hábitos nutricionales que tenían los bebés muchos años atrás fuera lo suficientemente inexacta como para ocultar una relación real. También puede ser que los investigadores estudiaran un periodo de la vida del bebé que no fuera el correcto.
El caso es que si cinco de los diez estudios descubrieron una asociación estadísticamente significativa y los cinco demostraron que el consumo de la leche de vaca estaba vinculado con una mayor incidencia de la diabetes tipo 1, pero ninguno de ellos indicó que la leche de vaca se relacionaba con una reducción de la enfermedad, creo que difícilmente se puede afirmar (como hicieron los autores de esta revisión) que la hipótesis “se ha enturbiado debido a las incongruencias del material publicado”.
En este mismo informe, los autores resumieron otros estudios que comparaban indirectamente la relación entre la lactancia materna y el consumo de leche de vaca con la diabetes tipo 1. Esta compilación incluía cincuenta y dos comparaciones posibles, veinte de las cuales eran estadísticamente relevantes. De esas veinte, diecinueve estaban a favor de la asociación entre la leche de vaca y la enfermedad. Una vez más, la asociación hipotética resultaba considerablemente favorecida, algo que los autores parecen no haber constatado.
Cito este ejemplo no solo con el fin de apoyar el efecto evidente de la leche de vaca sobre la diabetes tipo 1, sino también para ilustrar una táctica que se utiliza a menudo para conseguir que un tema sea controvertido cuando, en verdad, no lo es. Esta práctica es más común de lo que debería ser, además de constituir una fuente de confusión innecesaria. Cuando los investigadores apelan a ella –e incluso aunque no lo hagan de forma intencionada, suelen tener serios prejuicios en relación con la hipótesis presentada. Poco tiempo después de escribir esto, escuché en la Radio Pública Nacional una breve entrevista realizada a uno de los autores de esta publicación sobre el problema de la diabetes tipo 1. Basta decir que el autor se negó a reconocer las evidencias científicas relacionadas con la hipótesis sobre la leche de vaca.
Es bastante improbable que esta investigación sobre la diabetes pueda llegar a los medios de comunicación en un futuro cercano porque es un tema con unas implicaciones financieras desmesuradas para la agricultura y, además, porque hay demasiadas personas con férreos prejuicios respecto de la hipótesis en cuestión. De cualquier modo, existe una abrumadora cantidad de evidencias científicas contundentes que señalan a la leche de vaca como la causa de la diabetes tipo 1, a pesar de que aún no somos capaces de comprender totalmente los complejos detalles mecanicistas que intervienen en el proceso. Y no solo tenemos evidencias del peligro que implica la leche de vaca; también contamos con pruebas contundentes que demuestran que la asociación entre la diabetes y la leche de vaca es biológicamente verosímil. La leche materna es el alimento perfecto para los bebés y una de las cosas más perniciosas que puede hacer una madre es sustituirla por la de vaca.
ACEITE DE CANOLA, OTRO FRAUDE DE LA MAFIA NUTRICIONAL
¿Sabías que no existe una planta llamada
“Canola”? El aceite de Oliva proviene de las aceitunas, el aceite de
semillas de uva proviene de las semillas de uva, el de cacahuate de los
cacahuates y el de Canola proviene de…Semillas de Colza. ¿Qué hay de
malo en esta imagen? Muchas compañías están vendiendo el aceite de
“Canola” como una alternativa “saludable”, pero el aceite de Canola no
es más que un aceite “creado por el hombre” hecho a base de semillas de
Colza modificadas genéticamente.
El problema con el aceite de Colza es que es tan toxico que la FDA prohibió en 1956 para consumo humano.
Así es que los productores Canadienses
“crearon” en los años 70´s una variedad nueva de semillas de Colza con
menor contenido del toxico ácido erúcico y decidieron que necesitarían
un nuevo nombre para este aceite. Lo llamaron aceite L.E.A.R. por sus
siglas en inglés (Low Erucic Acid Rapeseed), pero fue cambiado por
“Canola” por cuestiones de marketing, ninguna compañía quería que la
asociaran con un producto de nombre “Rape” (violación), además era
sabido que el aceite de Colza era tóxico.
El término Canola fue formado usando
“Canadian oil, low acid” para convencer a los consumidores de que era
nuevo y mejor y que además es seguro para consumirlo. El aceite de
semilla de Colza fue prohibido para usarlo en alimentos probablemente
porque ataca el corazón y causa lesiones degenerativas permanentes, es
mejor usándolo como lubricante industrial, combustible, jabón y como una
base sintética para el hule. La verdad es que las semillas de Colza son
las más toxicas de todas las plantas de las que se extrae aceite. Ni
los insectos se la comen, en serio, el aceite de Colza es un insecticida
muy efectivo y es el ingrediente principal en muchos pesticidas
“orgánicos” (no químicos) que se aplican directamente a las plantas para
matar bichos.
En 1985, el gobierno Canadiense pago
presuntamente, la suma de $50 millones de dólares para posicionar el
aceite de Canola en la lista de GRAS (Generalmente conocido como seguro,
por sus siglas en inglés). El gobierno Canadiense subsidia a los
productores y cosechadores de la semilla de Colaza (planta de la que
extraen el aceite de canola). Estas plantas son baratas, fácil de
cultivar y son repelentes a los insectos de forma natural, además, el
aceite de canola es más barato y fácil de usar por las fábricas de
comida procesada. Para nombrar una, casi todas las mantequillas de
cacahuate lo usan para darle suavidad y que sea “untable”. Ojo: La
mantequilla de cacahuate NATURAL debe contener solo sal y cacahuates en
la lista de ingredientes.
Estudios sobre el aceite de Canola hecho
en ratas de laboratorio, indican muchos problemas como creando un
degeneración de corazón, riñones y glándulas tiroides. Cuando el aceite
fue eliminado de las dietas de estas ratas de laboratorio, los depósitos
de grasa desaparecieron pero las cicatrices causadas por esta
degeneración, se quedan en los tejidos de los órganos afectados. ¿Porque
no se hicieron estudios en los humanos antes de ponerlo en la lista de
Generalmente conocidos como seguros da la FDA?
El aceite de canola “deprime” el sistema
inmunológico y le causa que se ponga “a dormir”. Es alto en glucósidos
causan problemas de salud porque bloquean el funcionamiento de las
enzimas y sus efectos son acumulativos, tomando años para que sean
detectables. Un posible efecto secundario del uso prolongado de este
aceite es la destrucción de la capa protectora de los nervios llamada
vaina de mielina. Cuando esta capa protectora se acaba, nuestros nervios
tienen cortocircuito causando movimientos erráticos e incontrolables.
Otro problema es que TODO el aceite de
Canola ha sido modificado genéticamente. Por último, el aceite de canola
es “Trans Fat” que ha demostrado estar ligada con el cáncer. La grasa
“Trans Fat” incluyendo la hidrogenada o parcialmente hidrogenada, causa
daños a las paredes de nuestras células e inhibe la correcta oxigenación
causando que las células se tornen cancerosas. Evita toda clase de
aceite de canola!
Energy for Life te recomienda utilizar
aceite de Oliva extraido en frío, el aceite de coco, maiz, girasol y
todo aquel que provenga de plantas reales y no transgenicas.
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AGUA ENVASADA, MITOS Y VERDADES
Pese a la simplicidad molecular (H2O), sobre el tema del agua podría decirse mucho en cuanto a problemas y soluciones. Es sabida la problemática de la contaminación y también es conocido el auge de las aguas minerales. Desde el punto de vista fisiológico, el organismo necesita agua pura y con elevado potencial disolvente. Esta es la característica del agua destilada, agua que nos suministran los vegetales (frutas y hortalizas) y que también nos entrega la lluvia (siempre que la atmósfera no esté contaminada).
Por tanto es importante satisfacer nuestras necesidades de agua a partir de los alimentos fisiológicos y crudos. Alimentándonos de ese modo y teniendo una adecuada higiene interna, la demanda de agua para beber será ínfima o nula. Son precisamente los alimentos cocidos, salados y amiláceos los que demandan agua para su metabolización. Si hacemos prácticas depurativas, utilizar frutas acuosas (pausas digestivas) o agua destilada (ayunos completos) como fuente de hidratación.
Los minerales presentes en las aguas comerciales están en estado inorgánico y por tanto representan escoria tóxica para el organismo; sería como agregar limaduras de hierro al agua. Este aporte mineral, lejos de ser nutricio, obliga a trabajar en exceso a los órganos de eliminación y promueven la formación de compuestos obstructivos (placas, cálculos, calcificaciones, etc).
En este contexto, resulta absurdo recomendar la ingesta de una cantidad determinada de agua diaria, dado que en el marco de una alimentación viva, la necesaria reposición de líquidos orgánicos se realiza fundamentalmente a través de los alimentos (frutas, verduras, germinados, sopas, leches de semillas, licuados). En este sentido basta controlar la sed y la coloración de la micción: el oscurecimiento de la orina señala la sobrecarga de desechos y esto indica la mayor necesidad de líquidos. En estado normal, solo beber cuando el cuerpo así lo pide.
Dado que debemos evitar las bebidas industrializadas, es bueno volver al sano hábito de las limonadas caseras, que pueden enriquecerse con una cucharadita de miel de abejas ó azúcar mascabo y unas gotas de salmuera (hecha con sal de roca). Así dispondremos de una saludable bebida refrescante, alcalinizante y altamente mineralizante (isotónica).
Esto también se aplica a los jugos y licuados que podemos hacer en casa. Solo la imaginación pone límites a las infinitas combinaciones posibles en base a frutas y verduras. Es siempre aconsejable hacerlos y consumirlos en el momento, dado que muchos nutrientes allí presentes (vitaminas, enzimas) se degradan rápidamente por oxidación. No olvidar la recomendación de licuados en relación a jugos extraídos por centrifugación, proceso éste que elimina la importante fibra soluble que acompaña al metabolismo de los azúcares del vegetal.
Párrafo especial para el kéfir de agua y el agua enzimática, preparados caseros que regulan la flora intestinal y que pueden beberse en distintos momentos del día. El kéfir se obtiene por cultivo regular de nódulos que fermentan la mezcla de agua, limón, azúcar y frutas pasas, generando una bebida ligeramente ácida y gasificada, altamente enzimática y digestiva. El agua enzimática se obtiene remojando brotes en agua durante un par de días. Ambas técnicas están desarrolladas en próximos capítulos.
En una despensa saludable, debemos reservar un espacio a elementos que nos permitan preparar distintas y variadas formas de ingestas líquidas. No deben faltar hierbas para realizar infusiones digestivas, depurativas, hepáticas y relajantes. Se sugiere tener a mano, entre otras: boldo, diente de león, llantén, cardo mariano, cedrón, manzanilla, marcela, melisa, menta, ortiga, valeriana, pasionaria y zarzaparrilla.
Dos observaciones respecto a las infusiones y su concepto de “vivo”. El uso de temperaturas para su obtención (unos 90ºC) no está actuando sobre alimentos, sino sobre hierbas y raíces que usamos por principios activos y no nutricionalmente. Por ello se suele hacer uso de tinturas de hierbas, obtenidas por maceración hidroalcohólica en frío. Para los más puristas, existe siempre la opción de realizar infusiones en frío.
Macerar hierbas en frío es una técnica usada en el Ayurveda hindú, para evitar destruir principios activos termosensibles de los vegetales con propiedades medicinales. Básicamente consiste en macerar hierbas en agua fresca (en lo posible destilada), a fin de extraer lentamente los principios activos al agua. Los tiempos dependen del vegetal en cuestión, pero rondan entre 12 y 24 hs. La recomendación de mantener fresca el agua es para evitar fermentaciones y olores/sabores no deseables.
Sugerencia práctica: macerar hierbas en el agua para beber. Por la noche, introducir agua fresca en un termo, agregar hojas de la hierba deseada, tapar y dejar macerando durante la noche: tomar durante la mañana. Se pueden agregar unas gotas de salmuera integral, limón o algún trozo de algas marinas (efectos mineralizantes y alcalinizantes).
Con relación al aspecto vibracional del agua, es reconocida su extraordinaria capacidad de recepción y transmisión, siendo la base de la homeopatía y de muchas terapias vibracionales. En este sentido podemos beneficiarnos de sus atributos, captando por su intermedio la energía fotónica proveniente del sol. Para ello basta con exponer el agua para beber a los rayos del sol durante al menos 4 o 5 horas, cuidando usar jarras o recipientes de vidrio. Eso basta para usufructuar su poder bactericida (desinfectante) e incrementar su vibración a unos 9.000 angstroms (Å) de oscilación. Recordemos que un organismo sano oscila entre 7.000 y 7.500 Å.
CÁNCER, SABEMOS DE QUE SE TRATA?
¿Qué enfermedad es el cáncer que en nada se parece a una enfermedad? No se acierta con ninguna definición patológica que le convenga al cáncer, ya que en él no se da lo más característico de todo mal orgánico, a saber, el esfuerzo de la naturaleza por volver al estado normal las funciones alteradas. El enigma está ahí ¿cómo es que el organismo en la invasión cancerosa se rinde sin combatir? En otras palabras: ¿cómo explicar este apagamiento de la fuerza vital ante el agente morbífico?
Hay otras extrañezas más, y no de
poco bulto ¿qué enfermedad es ésta (si ha de llamarse enfermedad) que no
se produce espontáneamente en ningún animal? ¿Cómo esta degeneración
celular no presenta un solo caso –verdadero y no ilusorio- en todo el
mundo de los vegetales? ¿Cómo explicar que tales hechos no hayan sido
hasta ahora el riguroso punto de partida médico para la investigación
del fenómeno? Eso: del fenómeno.
Si la idea de un agente microbiano debe
ser desechada a vista de tantas evidencias, no es el mundo de lo morboso
el que debe ser explorado, sino el otro (y no hay sino dos): el mundo
de la alimentación. Éste es el mundo que debe ser explorado: el de la
conducta alimentaria de las víctimas, anterior a la invasión, con el
objeto de descubrir en todos los casos un elemento común insistentemente
repetido.
A comida absurda o maléfica, nutrición
perjudicial o mortal. Es obvio que la estructura química propia del
organismo se altere perniciosamente cuando la comida le es dañosa. Por
idéntico principio la obstinación en el mantenimiento de una misma
alimentación inadecuada forzará finalmente al organismo a la
incorporación de esas substancias no asimilables y, a la postre,
letales.
¿Se puede saber cuándo empieza una
formación cancerosa? Para lo que más importa que son los órganos
internos, claro que no. El invasor no se da a conocer sino por la
expugnación del centro asaltado. Algo ha caído ya cuando se acusa su
presencia. Lo seguro es que todo esto acontece porque la sangre acarrea
el material. Y si continúa acarreándolo, las células neoformadas siguen
configurando un proceso tumoral que conducirá a la muerte.
Pero, a todo esto, en el supuesto
corriente ¿por qué se desvía de su ley una cualquiera zona celular? La
respuesta viene a parar en la rutinaria y no poco supersticiosa idea de
la predisposición. Añadir que la predisposición puede ser de un tipo
innato arroja la cuestión definitivamente a una oscuridad sin salida y a
un puro y hueco suponer. Mentira parece que todavía hoy se cometan esos
abusos de la más llana superficialidad mental; sin hacer cuenta de su
comodidad despreocupada.
A la realidad del paciente hasta hoy
estudiada en todo lo que mira a la expresión patológica, añado yo la
hasta ahora nunca cumplida averiguación prandiológica, o sea la directa
relación del mal con una determinada alimentación.
¿Y sostendrá alguien, tan adicto como se
quiera al dogmatismo experimental, que esto queda fuera de la realidad
del enfermo, y en lugar de explorarlo a nivel de hombre seguirá
haciéndolo únicamente a nivel de cobayo, de conejo o de ratón? Nuestras
averiguaciones entran de lleno en la realidad humana de una manera
absoluta. Entran nada menos que en la realidad de su mesa. Y si el
intelecto se dirige a esa realidad con rigor metódico, fuerza será
reconocer que cumple así puntualmente una labor científica,
incuestionablemente tal, con la ventaja, además, de los nuevos
horizontes que se abren con ella; de tal modo que, después de tanta
heredada mitología doctrinaria, como con el propio cáncer acaece, pueda
reintegrarse por fin la Medicina a la Naturaleza.
Donde nada sabe el médico, pues pone muy
lejos su atención, algo saben o pueden saber el padre de familia y la
dueña de casa. Su aportación en lo que mira al cáncer, ha de tender a
una cierta alimentación donde positivamente radica la causa originaria
de todo carcinoma. En multitud de casos –de hecho en la totalidad de los
casos- se encontrará siempre una dada combinación alimentaria, como
predilecta, preponderante y continua, en la mesa del futuro canceroso.
Esa combinación consta de dos sustancias declaradas incompatibles por
las distintas respuestas gástricas que suscitan; incompatibles porque
cada una de ellas requiere de un determinado estado estomacal e
intestinal: la leche por una parte y el huevo por la otra; conjunción de
que hacen su preferencia invariable ya por prescripción médica, ya por
afición golosa, los consumidores de cremas, de flanes, de postres con
aquella doble base.
Hacia el tiempo en que las palabras
fueron claras, los mitos eran transparentes también. Símbolo del mundo y
hasta de su Creador era el huevo. En griego por eso dice tanto como
oion, ovon: lo que por sí mismo se alimenta. De modo que ¿cómo ni para
qué, sin perturbación del orden natural, se le añadirá la leche? Ni al
huevo ni a la carne (que se acuerda de su origen) se le añadirá la
leche. Por ese motivo los hebreos de los tiempos mosaicos previenen que
no se haga. No guisarás el cabrito –perceptúa El Exodo- con la leche de
su madre.
La fusión forzada de dos universos
alimenticios incongeniables engendra de por sí los elementos tumorales y
su consecutiva aglomeración de materia superflua y con ella la
desorganización de los tejidos, la disfunción de los órganos, la muerte …
Y es para encarecer a este respecto la potencia trastornadora del queso
con su concentración de caseína en ese conjunto de fuerzas
desquiciadoras y negativas, como refuerzo de destrucción sobreañadido.
Cosas todas en que la Bromatología nada puede ni atenuar, ya que no nos
hallamos ante un problema de higiene sino ante un conflicto iónico
esencial. Y qué diremos, además, de esos estímulos viciosos del alcohol,
de los picantes … Ellos constituyen de por sí el factor irritativo en
ingesta cancerígena, y gradúan con su mayor o menor intervención, la
relativa benignidad o malignidad y rapidez de las neoplasias.
La historia de la formación del cáncer
podría relatarse de esta manera: mediante la ingestión día tras día, de
una alimentación tan nociva que bien podría ser llamada antibiológica se
fue suscitando un proceso de sucesivas alteraciones al rigor de una
invasión de sustancias inasimilables, cuyos desechos no lograba eliminar
el organismo por sus vías naturales. La sangre y la linfa se vieron
entonces de más en más alteradas por idéntica causa; de suerte que el
enemigo acabó por hacer cabeza de puente en cualquier punto débil de la
economía general. Y comenzaron a instalarse las neoformaciones. Y como
la alimentación antibiológica, lejos de suprimirse -que habría impuesto
la regresión dichosa del daño- hubo de proseguir, la afluencia sin ley
continuó, incluso por los intersticios de los tejidos sanos
disociándolos, comprimiéndolos, destruyéndolos. Día tras día el mal iba
alcanzando a todos los elementos organizados del contorno, según los
nuevos contingentes de desecho alimenticio, típicamente antibiológicos,
seguían desembarcando por vía sanguínea o linfática, en el terreno
elegido.. Hasta que allí no cupo más. Entonces los desechos debieron
abrirse nuevo puerto de instalación parásita en otras zonas del cuerpo,
destinadas al acogimiento de esas otras neoplasias que por errónea
apreciación del suceso llevan el arbitrario nombre de metástasis.
¿Qué hace, mientras tanto la Terapéutica?
Su camino electivo es el de la destrucción de la masa tumoral y el de
su presunto sustentáculo de tejido sano a que debe llegar
preventivamente la exéresis.
Otro muy distinto es, sin embargo, el
camino, conforme nos lo ha ido mostrando el proceso mismo de toda
tumoración. Lléguese a tiempo, dénsele materiales para remodelar al
escultor instintivo que llevamos con nosotros y el proceso contra natura
que es de por sí toda tumoración, se interrumpirá de suyo. ¿Por qué?
Simplemente por haber recobrado su imperio, con sus justos ordenamientos
y armonías, la Naturaleza.
Arturo Capdevila |
Arturo Capdevila |
Capdevila se dedicó varios años al
estudio de la medicina bajo el enfoque de la Prandiología, es decir al
efecto dieto-patogénico del alimento (descripto en el libro:
Prandiología Patológica, del mismo autor). En este libro lo utiliza para
el análisis de las causas que provocan diversas patologías en el niño.
Para describirlo se transcriben algunos párrafos que esclarecen su
filosofía y contenido.
“¿Cuál ha sido nuestro rumbo? Buscar en
el niño sano las causas por las cuales enferma. Quiere decir esto que
nunca pensamos que el hecho de la enfermedad infantil fuese ni fortuito
ni fatal. Y así pudimos descartar la noción del niño enfermo como
acontecimiento normal, para substituirla por la de niño enfermado. En
tal virtud debimos alejarnos, por alta que fuera la autoridad que lo
sustentara, de concepciones tales como ésa de una cierta individualidad
patológica del lactante y del párvulo.
Nuestro enunciado es categórico. El niño
enfermo no existe en el orden natural de los hechos fisiológicos.
Existe, en cambio, fuera desde luego de ese orden natural, el niño
enfermado. Es decir una víctima. Un ser al que se despojó del bien de su
connatural salud. Un agredido. Un agredido que lo fue mediante
consecutivos ataques prandiales. Así fue arrancado del hábito de su
normal metabolismo y conducido al oscuro reinado de la enfermedad.
En la generación de la enfermedad en el
niño, Capdevila da particular importancia a lo que denomina el pantano
nasofaríngeo: “Por de pronto ¿qué son esas fosas nasales? Entrada, pero
guardia también, del más complejo mundo: el celular, el linfático, el
sanguíneo. Entrada en sus aberturas mismas. Guardia en su tejido
pituitario y en la intimidad gustativa y olfativa. Ni que decir que esta
guardia defiende de los agentes externos. Así es. Pero nada puede ella
cuando el propio dueño de la ciudadela conspira en su contra y mediante
una alimentación infectante la socava, la vulnera y vence. Por lo tanto
el imaginado virus filtrable no necesitaría venir de fuera; no llega
jamás por los aires. Libre está de toda culpa su limpieza. El supuesto
virus filtrable se produce siempre dentro.
En sucinta imagen: la casa del hombre es,
sin duda alguna, su cabeza. Ésta es verdaderamente su mansión; y la
entrada de tal mansión, la boca y el vestíbulo nasal, abierto y cerrado,
a la vez, según la doble conveniencia de sus funciones. Por
consiguiente esa mansión es como un templo en una acrópolis, donde todo
debería ser intangible. Pero cuando hasta ese sagrado pórtico y
encerrado asiento de la personalidad llega el gran pantano con su fango
humoral infeccioso, el hombre mismo, el esencial, el profundo, queda
vulnerado en su inteligencia, motilidad, sensibilidad o sexo.
Pero ¿donde está la causa de la ciénaga y
de sus impurezas mefíticas? Como para excusar al hombre de toda
responsabilidad, los tratadistas responden con la siguiente mitología
(otro nombre no merece su respuesta): que algún virus está o puede estar
al acecho, y penetra … En esos términos: al acecho. Como un demonio
invisible, infinitamente escurridizo y sutil.
Nosotros no estamos para esas abusivas
concepciones de la imaginación. Afirmamos en cambio, y lo probará hasta
la evidencia este libro, que es la asociación de un determinado
alimento, rara vez tolerado y en rigor inadecuado casi siempre para la
mayoría, sin excluir en ocasiones a la infancia, lo que, vencidas las
defensas orgánicas por una insistente repetición, va dando nacimiento,
entre fermentos de corrupción, a ese pantano en que más tarde se nutren
las bacterias patógenas”.
Y así Capdevila explica en esta obra el
origen de enfermedades que salen a relucir en la infancia y que nos
acompañan de por vida: obesidad, alergias, epilepsia, reuma, diabetes,
leucemia, poliomielitis, etc. Origen éste siempre relacionado con la
alimentación a la que desde niños nos habituamos.
Luego
de haber abordado temas claves, como La lepra, El cáncer, Prandiología
patológica, Tres aberraciones metabólicas (diabetes, litiasis, úlcera),
Revisión microbiana y El niño enfermo, en esta obra Capdevila trató la
problemática de las enfermedades mentales.
Siendo la influencia alimentaria el eje
central de sus nueve mensajes prandiológicos, aquí Capdevila refresca
argumentaciones sobre la nefasta ingesta láctea, que en las cinco
décadas transcurridas ha crecido exponencialmente, a la misma velocidad
que han crecido las enfermedades mentales que origina su consumo. Por
cierto que esta clara, evidente y demostrada interacción entre alimento y
disfunción orgánica, permite que una persona de la nutrición pueda
ocuparse de prologar un libro que debería ser terreno de psicólogos.
Mal comprendidas y peor tratadas,
casi medio siglo después de la evidencia denunciada y argumentada en
este libro, las patologías conductuales continúan siendo un terreno de
discriminación, marginalización y estigmatización, que condena y arruina
la vida de millones de personas. Justamente en estos días, el
parlamento argentino aborda una legislación para esta problemática, que
nada resolverá, al no ocuparse de las causas profundas y limitarse solo
al ámbito de la vigilancia profesional.
Resulta evidente que se trata de un
reflejo “autista” de una sociedad que continúa negando la evidencia y
circunscribiendo el problema a la simple esfera de atención (manicomios u
hospitales), sin hacer nada por revertir los tóxicos estados
patológicos que generan estas anomalías conductuales. Estados a su vez
causados por evidentes desordenes nutricionales y total ausencia de
hábitos depurativos e higiénicos.
Si bien el trabajo de Capdevila tiene
muchas aristas elogiables, como su proverbial e inconfundible estilo
lingüístico y la cuidada fundamentación técnica, creo que el gran valor
de esta obra postrera radica en la exhaustiva demostración del origen
somático de las enfermedades mentales. Algo que queda muy en claro a
partir del propio subtitulo de la obra, que define a estas patologías de
la mente “como estrictamente somáticas”.
En la antigua y proverbial antinomia
soma-psiquis (hoy conocida como interacción cuerpo-mente) y frente a la
sempiterna búsqueda del orden secuencial (causa-efecto), Don Arturo fija
su indubitable posición. Que además no es aleatoria materia opinable,
sino una fundamentada evidencia fisiológica y casuística. Capdevila nos
muestra que siempre hay un sustrato orgánico que precede a la percepción
de la realidad y desencadena la reacción mental. Sin embargo la
ortodoxia continúa sosteniendo que lo mental (ahora rotulado como
“cuestión emocional”), es un ente con vida propia, generado
independientemente del sustrato biológico que lo expresa.
En propias y claras palabras del autor:
“Nunca nace en el cerebro el desorden sintomático, sino que le recibe de
otros centros de actividad patológica, y entonces reacciona pensando
desordenadamente. Ningún ser humano nació nunca loco: la biología humana
-y desde luego la animal- no conoce ese extravío. La locura se produce,
sobreviene, se construye. Las propias deformaciones craneanas traerán
obnubilación de la inteligencia, pero no la locura”.
Justamente en este noveno mensaje
prandiológico, Capdevila aborda claramente la cuestión hereditaria en
las enfermedades de la mente. Y aquí también lo somático (físico) se
erige en columna vertebral de una transferencia tóxica, cuyo indudable
origen es el fisiológico estado de desorden materno. Parafraseando su
léxico: “una génesis estrictamente toxicológica”.
Confirmando esta preclara visión de
Capdevila, otro esclarecido contemporáneo suyo, el Dr. Herbert Shelton
(1895-1985, principal figura del higienismo estadounidense), afirmó en
más de una ocasión, que si le permitieran estar a cargo de una
institución para enfermos mentales, lograría cerrarla por ausencia de
pacientes, en pocas semanas, aplicando simples sistemas depurativos como
el ayuno.
Y lo suyo no fue algo antojadizo o
delirante, ya que el Dr. Allan Cott (1910-1993) demostró científicamente
que los esquizofrénicos pueden recobrar la normalidad tras un mes de
ayuno. Los resultados obtenidos por el Dr. Cott en el centro moscovita
Moscow Psychiatric Institute fueron sorprendentes: prácticamente un 100%
de efectividad. Aunque los programas de ayuno no puedan remediar todos
los defectos de los pacientes, al menos pueden mejorar considerablemente
la salud de estas personas, convirtiéndolas en seres activos y útiles
para la sociedad, en vez de mantenerlas como personas incapacitadas en
ambientes degradantes para el género humano.
Volviendo a la obra de Capdevila, en su
lectura no debe confundirnos el uso de términos que hoy parecen antiguos
y pasados de moda. Si bien hoy usamos vocablos más modernos que
histerismo, angustia, cretinismo, idiocia, melancolía, delirio o
simplemente locura, subyace incólume la misma visión reductiva e
intervencionista de entonces, respecto de las patologías mentales. A
pesar de las cinco décadas transcurridas, la ortodoxia médica sigue sin
acusar impacto y continúa aferrada a los tratamientos invasivos, las
internaciones y la administración farmacológica, como única respuesta.
En este libro, Capdevila pasa revista
sobre gran diversidad de patologías mentales y ámbitos relacionados:
desde la epilepsia a la locura, pasando por el delirio, el histerismo,
la angustia, la esquizofrenia, el asma, la diabetes, el síndrome
premenstrual, el alcoholismo y la delincuencia. Tampoco las cuestiones
sexuales escapan a su análisis, y como no puede ser de otro modo,
también aquí demuestra el pertinente correlato fisiológico.
Incluso Don Arturo dedica parte de la
obra a una cuestión no menor: el fluido menstrual femenino y todo lo que
representa este drenaje toxico. La menstruación (anormal y ausente en
el reino animal) es un eficiente mecanismo preservador de la calidad
reproductiva humana. Aun a costas de un costoso desperdicio nutricio
(hemoglobina), la hembra reproductora logra así aliviar la carga tóxica
circulante, manteniendo un cierto equilibrio depurativo, para
salvaguardar al ámbito uterino y a la futura vida que allí puede
engendrarse.
Imaginemos que sucede cuando la
menstruación se interrumpe o altera. A causa de influencias estresantes
(conflictos), nerviosas o fisiológicas (el final de la etapa fértil), se
genera una anormal convivencia con sangre tóxica, que afecta a la
función mental y explica claramente los comportamientos psicológicos y
emocionales emergentes, traducidos en cuestiones que van desde el
histerismo o el más moderno síndrome pre menstrual, a las patologías
psiquiátricas degenerativas. Y como la toxemia no discrimina genero,
también el hombre, cuando tóxico, es víctima de desordenes como la
andropausia o menopausia masculina.
Por cierto que Capdevila insiste en su
tesitura cardinal, respecto al origen nutricional de la sangre tóxica y
de la disfunción orgánica y endocrina. Entre otras, aborda la
problemática tiroidea, que en su época y ahora, sigue siendo considerada
efecto de carencias como el yodo o la tiroxina. La obra vuelve a
demostrar que, más que carencia de yodo (metaloide que se sigue
suplementando en la sal de mesa) el problema es el exceso de calcio.
Como si no bastase la desmesurada ingesta láctea de este mineral, se
suplementa por doquier, aún cuando estudios prestigiosos demuestran que
el consumo excesivo de calcio incrementa el riesgo de infartos y ACV
(accidentes cerebro vasculares); vaya caso, patologías hoy tan
recurrentes como las enfermedades mentales.
Dado que es difícil superar al autor,
utilizo un magnífico párrafo del propio Capdevila para redondear este
prólogo. Ante la esgrimida influencia de lo externo en las patologías
psicológicas, don Arturo es claro y contundente. “El mecanismo psíquico
está hecho para soportar aun a muy alta tensión, las cargas a menudo
pesadísimas de la vida; de igual modo que un cuerpo sano y normal posee
los correspondientes recursos que ha de oponer a las agresiones normales
del ambiente. Para nosotros nunca la vida psíquica se perturba, más
allá de un grado sabiamente establecido por la naturaleza. Si este punto
se rebasa, es que a la prueba psíquica se ha añadido un factor
directamente somático (físico) de debilitamiento nervioso o glandular”.
Y la cuestión es ilustrada con un ejemplo
de fácil comprensión. “Tener un nudo en la garganta es manera de
ponderar una emoción reconcentrada y torturante. Pero es fácil
comprender que el estado emocional de nudo en la garganta alcanzará
mayor o menor violencia según haya, o no, una tiroides enferma. En el
primer caso, esta tiroides se verá entonces estimulada a impulsos de
sollozo o de sofocación, a un aumento de su secreción hormonal, o bien a
su paralización, conforme reaccione. O sea que nunca será lo mismo una
glándula tiroides con sus lóbulos exentos de todo daño, que otra de
lóbulos hipertrofiados y con nódulos. Cualquiera sea la emoción, la
reacción será enteramente distinta”.
HABLAR NEGATIVAMENTE
Como parte de mi entrenamiento y
desarrollo como Chamán Aventurero, he tenido que estar muy alerta a mi
uso del idioma, tanto consciente como inconscientemente.
Como resultado de esto, también me he
dado cuenta vívidamente de cuán negativos somos aún cuando describimos
las cosas más positivas, el resultado de esto es la programación de
patrones inconscientes negativos y destructivos.
Cuándo alguien te pregunta ¿cómo te
sentís?, contestas ¿”genial”,”muy bien, gracias” o, “no tan mal”, “más o
menos”, “no tan bien?”.
Cuando has terminado de comer una comida
realmente buena y alguien te pregunta si la has disfrutado, ¿tu
respuesta es lacomida estuvo “realmente muy buena”, “excelente”,
“deliciosa la comida” o, “no estuvo mal?” Cuando has hecho un buen
trabajo o has logrado algo que realmente te agrada, ¿prefieres oír
“excelente ese esfuerzo”,” trabajo muy bueno”, “estoy muy conforme” o,
“no fue malo ese esfuerzo?”.
La mente subconsciente trabaja con pura
lógica cuando usamos el lenguaje y no sabe nada respecto del contexto. A
menos que prestemos una atención particular consciente al contexto, el
subconsciente a menudo escogerá palabras clave en una frase y las usará
para generar experiencias o sentimientos. Si la mayoría de las palabras
son negativas, o tienen asociaciones negativas para su subconsciente,
entonces, la mayoría de las experiencias y sentimientos tenderán hacia
lo negativo.
A través de la utilización de técnicas de
retroalimentación biológica, como el test muscular, es posible
demostrar que los efectos que los dos modelos de lenguaje tienen sobre
nuestros niveles de energía y emociones, son dramáticamente diferentes.
Cuando hablas con alguien y discrepas con
lo que te está diciendo, decís “yo no creo eso”, “eso es basura” o, “yo
creo otra cosa”, “yo tengo una opinión diferente” Cuando te sientes
insatisfactoriamente, decís “no me siento bien”, “yo no me estoy
sintiendo bien” o, “yo me estoy sintiendo un poco descolorido en este
momento?” La mente conciente interpreta a estas declaraciones similares,
dándoles el mismo significado, pero para el subconsciente son bastante
diferentes.
Para ayudar al proceso de sanación
podrías decir, “estoy sintiéndome mucho mejor ahora.” Aún cuando eso no
sea verdad, la mente subconsciente empezará a provocarlo. Al usar la
expresión negativa permanecemos sintiéndonos mal durante más tiempo.
Otro aspecto de esto es cómo hemos
aprendido a pedir las cosas. Es mucho más común que la gente se queje de
que algo está mal, que el hecho de que la gente sugiera una solución.
Yo me he entrenado para pedir el resultado deseado, en lugar de quejarme
de algo y esperar que los demás reconozcan que eso es un pedido, y
sentirme enfadado posiblemente porque no fue reconocido.
Yo prefiero pedir una bebida en lugar de
quejarme de que tengo sed, a pedir ayuda respecto de algo en lugar de
declarar que no puedo hacerlo por mi mismo.
Esta reformulación aparentemente
insignificante de descripciones y pedidos puede tener un efecto tremendo
en la manera en que experimentamos la vida. Nosotros llegamos a ser más
positivos en nuestra perspectiva y las personas que nos rodean empiezan
a respondernos de manera más positivas. Las cosas tienden a comenzar a
funcionar más porque estamos eligiendo las maneras para que funcionen en
lugar de esperar que así sea.
A las personas les gusta saber lo que
usted quiere de ellas, en lugar de escuchar lo que ellas hacen mal.
Nuestro propio subconsciente responde de la misma manera, si se sugiere
una solución nuestro subconsciente se moverá para generar esto
rápidamente.
Si nosotros simplemente declaramos que
hay un problema, entonces nuestro subconsciente no tendrá ninguna opción
clara respecto de hacia dónde moverse y seguramente elegirá una
solución poco deseable y creará un nuevo problema.
Me ha llevado algún tiempo darme cuenta
de este proceso y recordar este cambio. Todavía me olvido bastante a
menudo, pero gradualmente, más y más cosas en mi vida están funcionando
mejor y mejor. El esfuerzo del cambio ha valido la pena para mí y estoy
seguro de que vos tendrás los mismos beneficios en tu propia vida, si
asumes el desafío y te mantienes en él.
LA GLANDULA PINEAL Y EL SOL
Sobre la influencia de las tormentas
solares en la psicobiología humana, los neurotransmisores que secreta la
glándula pineal, el simbolismo del tercer ojo, su relación con el Sol y
el misterio del Ojo en la Pirámide
La relación entre la glándula pineal y el
Sol es un emblema de la relación entre el hombre y el cosmos.
Probablemente uno de los ejemplos más estimulantes y significativos del
principio hermético más citado en el ámbito de la esoteria: “cómo
arriba, es abajo” (la holofrástica de la existencia). Un principio de
correspondencia que pese a ser el fundamento cognitivo de la “ciencia”
antes de la ciencia, es decir de los padres de la ciencia (de personajes
como Paracelso, Giordano Bruno y el mismo Isaac Newton, quien hizo una
traducción de la Tabla Esmeralda), ha sido relegado al terreno de la
superstición o del pensamiento mágico; relumbrando herejía en la
estructura racional de la mente científica. Sin embargo, hoy en día
tenemos evidencia “científica” que sugiere convincentemente que el
cosmos –”el mundo de las esferas”—tiene una influencia en la
psicobiología humana. Y la clave para entender esta “influencia”, no ya
sólo desde el plano simbólico de la astrología, es la glándula pineal,
ese gran misterio de la psique.
Este acercamiento a este enigmático tema
–sin duda una de las vetas centrales del misticismo humano—viene a
colación de las recientes tormentas solares que han estado arribando al
planeta con renovada intensidad, como generalmente ocurre en julio, pero
marcando esta vez una especie de despertar dentro del ciclo de 11 años
de nuestra estrella central. La posibilidad de que nuestro estado de
ánimo e incluso nuestro estado de salud general se vea afectado por una
emanación de partículas energéticas en el Sol hace algunos años les
habría parecido como una aberración o un anatema a la mayoría de los
científicos; hace cientos de años, les habría parecido como algo
completamente natural e ineludible. Hoy en día algunos estudios, y sobre
todo un entedimiento del funcionamiento de los campos magnéticos y de
la glándula pineal, muestran claramente que las llamadas tormentas
solares inciden en nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento.
El efecto de las tormentas solares en tu cerebro
El prestigioso sitio de divulgación científica New Scientist publicó hace 4 años un artículo
en el que se citan una serie de estudios que investigan la relación
entre las tormentas solares, el geomagnetismo y el comportamiento
humano. Particularmente interesante es el trabajo del científico ruso
Oleg Shumilov, quien, partiendo de la premisa de que muchos de los
animales son sensibles a los campos magnéticos (¿y por qué no el ser
humano?), investigó la afectación del geomagnetismo en la psique humana.
Shumilov correlacionó datos de la actividad geomagnética de 1948 a 1997
y descubrió que durante los picos de actividad, de marzo a mayo, en
julio y en octubre –detonados por tormentas solares– había un incremento
paralelo en el número de suicidios en la ciudad de Kirovsk (un estudio
en Australia y otro en Sudáfrica replicó el hallazgo de Shumilov).
Otro estudio, realizado por Michael
Rycroft, ex director de la Sociedad Europea de Geociencias, encontró una
correlación entre perturbaciones cardiovasculares y perturbaciones
geomagnéticas. Según Rycroft, problemas de salud geomagnéticos afectan
hasta al 15% de las personas (así que tal vez tú seas una de ellos, por
si querías descubrir el algoritmo de causas y efectos que determinan tu
estado de salud actual).
Tal vez no sea la Luna (o por lo menos no
sólo ella), también magnética, la que nos altera las hormonas y
desquicia. Un estudio publicado en el British Journal of Psychiatry
(todos estos estudios pueden ser consultados en el link a New Scientist)
muestra un incremento del 36.5% en hombres admitidos a un hospital por
depresión en la semana posterior a una tormenta geomagnética.
¿Cómo es que estas llamaradas solares,
también responsables de los sublimes fuegos de plasma de las auroras,
nos afectan tanto? Al parecer se debe a que alteran nuestra producción
de melatonina, un neurotransmisor que se produce en la glándula pineal,
responsable de regular nuestro patrones de sueño y biorritmos. Según la
psiquiatra de la Universidad de Columbia, Kelly Posenr, la actividad
geomagnética puede “desincronizar los ritmos circadianos y la producción
de melatonina”.
La glándula pineal es una glándula
endócrina que yace entre los dos hemisferios cerebrales, a la altura del
entrecejo. Aunque no se conoce bien a bien su funcionamiento –hasta
hace poco más de 50 años se pensaba que era un excedente de la evolución
sin una función determinada, acaso solamente el centro de numerosas
especulaciones. Hoy sabemos que por lo menos produce melatonina, una
hormona cuya producción se ve afectada por la luz. La oscuridad, por
ejemplo, hace que se secrete melatonina –y es por esto que nos es más
fácil dormir en la oscuridad (pero en realidad diferentes longitudes de
onda de luz hacen que se secrete melatonina en diferentes frecuencias).
Esta hormona juega un papel también en el trastorno afectivo estacional
(“la depresión invernal”); interactúa con el sistema inmunológico,
tiene propiedades de antienvejecimiento y sirve como antioxidante.
Si
bien es importante recalcar que para la ciencia actual la glándula
pineal es todavía una región relativamente inexplorada, sabemos que
contiene vestigios de una retina y parece operar como transductor
magnético. Las células pinealocitas en muchos vertebrados no-mamíferos
son similares a las células de la retina (algunos reptiles cuentan con
un tercer ojo parietal fotosensible que les permite usar al Sol como
compás; las aves son capaces de “ver” el campo magnético a través de fotorecpetores que se encuentran en la glándula pineal
). Algunos científicos creen que las células pineales en todos los
vertebrados comparten un ancestro evolutivo en común con las células
retinales (no es quizás casualidad que la glándula pineal históricamente
sea identificada con “el tercer ojo” o con un ojo dormido, literalmente
parece que es un tercer ojo dormido).
Aunque las producción de melatonina en la
glándula pineal podría estar determinada por una conexión con los
nervios ópticos, es interesante explorar la posibilidad de que esta
pequeña glándula en forma de cono de pino tenga, en sí misma, una cierta
capacidad fotoreceptora y magnetorecpetora. Recientemente se ha
descubierto la presencia de minerales ferromagnéticos (es decir que
pueden actuar como magnetos) en la glándula pineal. Un estudio realizado en la Universidad de Ben Gurion,
en Israel, encontró la presencia de microcristales de calcita en la
glándula pineal. Los autores del estudio señalan que “estos cristales
podrían ser responsables de una transducción biológica
electromagnética”, lo que es sugerido por su “estructura y propiedades
piezoeléctricas”. ¿Son estos minerales los que interactúan con los
campos geomagnéticos producidos por la lluvia de fotones del Sol que
choca con la atmósfera de la Tierra?
Por otro lado, el Dr. Andrew Nichols ha determinado una correlación entre la actividad geomagnética y la perececpión de fenómenos paranormales.
La percepción del Sol Invisible
Hasta ahora hemos visto, desde una
perspectiva científica, que la glándula pineal, a través de una
sensibilidad –no del todo entendida– a los campos magnéticos, convierte
la luz del sol en un determinado estado mental. Aquello que se genera a
millones de kilómetros de distancia en la corona de una estrella acaba
siendo parte de nuestra modulación psíquica (el Sol se convierte en tus
pensamientos). Esto, a grandes rasgos, parece ser un razonamiento
científicamente intachable. Esto de manera más sutil, es justamente lo
que la filosofía mística (o ciencia oculta) lleva diciendo miles de
años.
Si bien el descubrimiento de la afetación
psicobiológica a los fenómenos astronómicos es una incipiente, y aún
controversial, línea de estudio en la ciencia moderna, antiguamente
incluso se tenía una disciplina específicamente dedicada a estudiar la
patología humana y su relación con eventos astronómicos y movimientos
planetarios (más allá de la astrología): las iatromatemáticas
Que la glándula pineal podía ser un
órgano para percibir una luz invisible (un campo magnético, por ejemplo)
fue claramente atisbado por el pensamiento védico. En los Upanishads se
habla del ser humano como una entidad compuesta por 10 puertas. Nueve
de ellas (los ojos, las fosas nasales, los oídos, la boca, la uretra, y
el ano) llevan hacia fuera, a la percepción del mundo exterior. La
décima puerta, el tercer ojo (ubicado en el ajna chakra, en el
entrecejo, en el caso de Shiva, entre una guirnalda de serpientes) es el
puerto de acceso a los mundos interiores (al decir interiores la
referencia es a las habitaciones interiores de la mansión de la mente de
Dios, donde yacen los mundos superiores, las dimensiones astrales). El
tercer ojo es siempre, a través de diversas culturas, la apertura divina
–la visión holográfica– dentro del ser humano.
En el Bhagavad Gita se habla de la apertura de esta puerta en el momento cúlmen:
Aquel que en el momento de la partida no
distrae su mente y su amor, estando en el Yoga (en fusión con Ishvara
[el Sol detrás de la oscuridad], con el Dios Creador, la Conciencia
Primordial), quien abre el pasaje de energía entre los ojos – aquel
obtiene el más Alto Espíritu Divino.
Según la filosofía vedántica advaita, el
ser humano proyecta sus propios atributos en el Brahman, el supremo
espíritu cósmico, de suyo inconmensurable. La aparición del infinito
Brahman en la finita mente humana es conocida como Ishvara, también
representado en el Bhagavad Gita como el Sol. De aquí es posible
extrapolar una relación intrínseca en la recurrente representación de la
divinidad como el Sol en la mente humana, de la luz como lo divino.
La
evolución religiosa de esta relación entre la glándula pineal y el Sol
(una relación del hombre como imagen de Dios) tiene un claro hito en
Egipto. Aquí tenemos una serie de repersentaciones que parecen indicar
que los egipcios tenían conocimientos de la glándula pineal asociados
con un tercer ojo, u ojo espiritual. Por una parte tenemos la
representación como un ojo único de Horus, el dios del Sol, hijo de
Osiris e Isis (“el hijo del nuevo eón”) y como tal símbolo de la fusión
de los opuestos –al igual que la glándula pineal yace en el centro del
cerebro, entre los hemisferios y entre los dos ojos. Este símbolo parece
haber evolucionado en el símbolo cristiano del Ojo de la Providencia
(recordemos que Cristo es un avatar arquetípico de Osiris) y en el
masónico del Ojo en la pirámide destruncada (el Ojo que Todo lo Ve). Ahí
mismo tenemos el báculo de mando de Osiris, en el cual aparece un cono
de pino con dos serpientes entrelazadas. Sin duda uno de los símbolos
más poderosos de la historia, evocando el conocimiento, la medicina y
la alquimia –quizás en un preclaro atisbo, justamente a través de la
visión interna, del ADN—y posiblemente también a la serpiente kundalini
(una conexión entre Shiva y Osiris), la energía vital que se eleva desde
los genitales hasta el trecer ojo y la coronilla, a su paso encendiendo
y depurando los centros energéticos.
El cono de pino al parecer es un símbolo
de la glándula pineal, activada a través del encauzamiento de la energía
kundalini. La forma conífera de esta glándula hizo que se le llamara
“pineal” o relativa al pino, según fue acuñado por el médico griego
Galeno. La presencia del cono de pino puede observarse en el báculo del
Papa y en la misma Plaza de San Pedro, donde una inmensa estatua de cono
de pino está rodeada de unos pavorreales (aves relacionadas con la
divinidad en Egipto). Estos dos símbolos, el cono de pino y el ojo en un
triángulo, aparecen en numerosas iglesias y templos alrededor del
mundo. Por ejemplo, en la Catedral de la Ciudad de México puede
observarse el Ojo de la Providencia en más de un altar y en los motivos
pineales, que para el observador incauto podrían confundirse como meras
decoraciones, en la estructura de la nave. Aunque también habría que
decir que en la espiral que forman los conos de pino se ha observado la
secuencia Fibonacci y la proporción del número áureo, así que además de
esta connotación esotérica, tiene una armonía estética que podría atraer
sin la necesidad de una significación oculta.
Es curioso que el padre del racionalismo
–esa filosofía eminentemente atomista y dualista–, Rene Descartes, haya
entrevisto, en lo que para sus críticos fue un delirio, un centro
unitario espiritual en el cerebro humano. Descartes famosamente designó
la glándula pineal como el asiento del alma. La paradoja es doble, el
hombre que concibió el racionalismo (después de un revelador sueño) usó
lo que a la postre parece ser más la intuición que el pensamiento
racional para ubicar el tercer ojo. En todos los demás sitios Descartes
encontraba la dualidad, menos en esta glándula pineal, la cual describió
como una flama pura que era llenada por espíritus animales y la cual
integraba la percepción humana. Este “gran error” de la anatomía
filosófica de Descartes hoy en día parece como un destello de genio.
No pretendemos aquí comprobar la
existencia del alma humana o que ésta se encuentra en la glándula
pineal; sí buscamos formar conexiones significativas que inspiren a la
exploración del simbolismo y del sentido de nuestra vida dentro del
misterio. En este espíritu es interesante traer a colación el trabajo
del Dr. Rick Strassman, una de las pocas personas que ha podido realizar
estudios con dimetiltriptamina (DMT), una poderosa molécula de acción
psicodélica que, según este médico de la Universidad de Nuevo Mexico,
podría ser secretada por la glándula pineal y podría ser responsable de
detonar lo que se conoce como experiencias cercanas a la muerte. Hay que
enfatizar en que, pese a lo que a veces se dice, Strassman no ha
probado que la glándula pineal genere DMT o que el ser humano lo
secrete, muy similar en su composición a la serotonina, en el momento de
su muerte. Sin embargo, Strassman sugiere que la glándula pineal cuenta
con todos los precursores necesarios para generar DMT y es el asiento
lógico de esta sustancia que por otro lado, como la melatonina, parece
tener una relación con la generación de vívidas imágenes oníricas,
parafraseando a Shakespeare, parece ser la “sustancia de la que están
hechos los sueños”.
Curiosamente
la ayahuasca, “la viña de los espíritus”, está compuesta de dos plantas
que parecen tener alcaloides que son secretados de manera natural en la
glándula pineal. Por una parte la chacruna, la planta que contiene DMT,
y por otro lado la liana Banisteriopsis caapi, que contiene
alcaloides conocidos como beta-carbolinas, los cuales actúan como
inhibidores de la monamina oxidada y hacen activo el DMT vía oral.
Alcaloides beta-carbolinas como la pinolina y la triptolina se forman en
la glándula pineal de manera natural. Chamanes y sanadores que utilizan
ayahuasca sostienen que sus visiones no son alucinaciones, ¿acaso esto
se debe a que químicamente se consigue activar el tercer ojo en la
glándula pineal?
Esta relación entre los espíritus y la
glándula pineal tiene otra conexión, que para algunos podría ser solo
una casualidad, pero que para otros apunta a que lo que decía Descartes
podría ser una inesperada verdad metafísica. En los textos del Bardo
Thodol (o Libro Tibetano de las Muerte) se dice que el alma reside en el
mundo intermedio (en el bardo) por 48 días y en el día 49 reencarna en
el feto humano. Aparentemente la glándula pineal puede ser detectada el
día 49 en el feto humano, más o menos el mismo tiempo al que se puede
observar por primera vez los genitales de un bebé. Esto ha sido tomado,
de manera especulativa y sin base científica, como una especie de guiño
de que es a través de la glándula pineal que el alma –o aquella porción
divina que posee al cuerpo—entra al mundo. De cualquier manera merece
una investigación más profunda.
Buena parte de las prácticas de
meditación que conocemos, inundadas sin duda de la filosofía new age que
transforma las viejas tradiciones en cómodas versiones pop que se
ajustan a nuestra idiosincracia moderna occidental, se centran en la
activación o al menos en la concientización de la glándula pineal
(tercer ojo). Proliferan dietas, audiocassettes, canalizaciones,
aparatos cuánticos y demás parafernalia ritualística dedicada a este
“santo grial” (o micro star gate) de la conciencia humana
(algunos incluso aseguran activar tu glándula pineal por solo $9.99). Se
habla al mismo tiempo de una supuesta conspiración mundial para
mantener esta glándula en un estado de sopor masivo. Y ciertamente la
mayoría de las personas adultas tienen la glándula pineal calcificada
–algo que ha sido observado tempranamente en niños de hasta 2 años.
Dentro de la teoría de la conspiración se cree que esto se debe al flúor
que se utiliza en las pastas de dientes y que se ingiere en el agua
potable de las ciudades –algo que aparentemente sería hecho de manera
intencional por los Iluminati (¿quién más?) dueños celosos del secreto
del Ojo que Todo lo Ve, para negar a las masas el poder de una glándula
pineal sana (percibiendo el rostro verdadero) y activa en un mundo
fantasmagórico, más allá de la ilusión de Maia-Matrix. No ahondaremos
sobre este tema, harto complejo y pantanoso, que suele caer en la más
obtusa paranoia; el lector puede aventurarse por su cuenta.
La
pregunta fundamental es si el tercer ojo, ubicado en la glándula
pineal, esa puerta solar secreta en el cerebro humano, es solamente una
metáfora de la iluminación (y de la aniquilación de la dualidad) o
verdaderamente un órgano en estado de duermevela que puede activarse a
través de ciertas técnicas arcanas y de una correcta interacción con la
energía electromagnética que proviene del cosmos en la forma de fotones
(la partícula que no tiene antipartícula, unidad cuántica de la
información en su estado puro e indeterminado). Muchos de los grandes
místicos de la historia de la humanidad han hablado metafóricamente de
la iluminación haciendo referencia a un ojo que percibe lo que yace
velado y que desencadena un cambio sustancial en la conciencia orgánica.
En el evangelio de Mateo (6:22) se dice
“La luz del cuerpo es el ojo; de esta forma a si tu ojo es uno, todo tu
cuerpo estará lleno de luz”.
Se le atribuye a Buda haber dicho “Oh
hombre de nobleza, recuerda el cielo puro abierto de tu naturaleza
verdadera. Regresa a él. Confía en él. Es tu hogar”, lo que se
interpreta como una metáfora de la (re)apertura del tercer ojo –también
simbolizado como una perla de luz azul.
William Blake en su poema Augurios de Inocencia,
donde también describe un fractal (un mundo en un grano de arena)
también habla sobre este misterioso ojo: “We are led to believe in a
lie, when we see not though the Eye”. Una mentira nos guía cuando no
percibimos con el Ojo, el Ojo que nació “cuando el alma dormía en rayos
de luz”. ¿El Ojo que ha sido secuestrado por fuerzas oscuras?
Sir Thomas Browne lo evoca
tangencialmente en una frase que siempre me ha parecido hermosa y
enigmática: “Life is a pure flame and we live by an invisible sun within
us” (“la vida es una flama pura y vivimos como por un sol invisible
dentro de nosotros”). Ese sol invisible, en una interpretación libre,
debe de ser el ojo secreto que participa en la luz divina.
Una última pincelada de esta relación
entre el ojo y el Sol, según los Brahma Sutras, cuando un hombre es
llevado más allá de la muerte “la palabra se convierte en fuego e
ilumina, la respiración se convierte en viento y purifica, y el ojo se
convierte en el Sol y arde”.
El misterio está cifrado en el lenguaje
de los símbolos. La trinidad entre el Ojo, el Sol, y Dios es uno de los
andamios simbólicos más profundos y enigmáticos. Podemos hablar mucho
sobre esta relación y hasta encontrar destellos poéticos de iluminación
verbal, pero no estaríamos más que rodeando una representación,
sembrando un laberinto. Si queremos comprender el secreto de este
misterio, tendremos que probar con nuestro propio cuerpo abrir ese ojo
interno. Todo lo demás será solamente reciclaje metafísico en torno a un
espejo, donde hay un ojo atrapado que no puede mirarse a sí mismo. O
donde alguien cuenta una historia sobre una supuesta sociedad secreta
que se hace llamar “los Iluminados”.
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