viernes, 3 de agosto de 2012

LA CONTROVERSIA DE LA CONTROVERSIA

Imagina que estás mirando la primera página del diario y encontras el siguiente titular: “La leche de vaca es la causa probable de la diabetes tipo 1, una enfermedad letal”.
No obstante, este titular no aparecerá en primera plana, independientemente de las evidencias científicas acumuladas, porque la reacción sería violenta y el impacto económico, monumental. Para acallar este titular, se echa mano de una poderosa etiqueta: “controversia”. Con todo lo que está en juego, y con la gran cantidad de información que solo entienden unas pocas personas, es muy fácil generar y sostener la controversia. La polémica es una parte natural de la ciencia; sin embargo, es muy frecuente que no sea el resultado de un debate científico legítimo, sino un reflejo de la necesidad de postergar y distorsionar los resultados de la investigación. Por ejemplo, si afirmo que fumar es nocivo para la salud y presento una montaña de pruebas para apuntalar mi opinión, las compañías tabaqueras pueden dedicarse a buscar un único detalle que no haya sido completamente resuelto, para crear luego una polémica en torno a la idea de que los cigarrillos son malos para la salud, anulando todas mis conclusiones.
Esto resulta muy sencillo porque en toda investigación siempre habrá detalles sin resolver; esta es la naturaleza de la ciencia. Algunos grupos emplean la controversia para silenciar determinadas ideas, obstaculizar la investigación constructiva, confundir a la población y criticar a las políticas públicas de ser incongruentes. Recurrir a ella como medio de desacreditar hallazgos que causan inconvenientes económicos o sociales es uno de los mayores pecados en el campo de la ciencia.
A las personas profanas en la materia puede resultarles difícil evaluar la legitimidad de una polémica referida a un tema excesivamente técnico, como puede ser la relación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. Y esto sucede de cualquier modo, a pesar de que estas personas demuestren interés por leer artículos científicos.
Tomemos como ejemplo una revisión científica reciente sobre la asociación entre la leche de vaca y la diabetes tipo 1. En diez estudios humanos (todos ellos con un diseño caso-control) resumidos en un documento que se publicó como parte de una “serie de temas controvertidos”, los autores concluyeron que cinco de los diez estudios indicaban una asociación positiva, y estadísticamente relevante, entre la leche de vaca y la diabetes de tipo 1; los otros cinco no la mencionaban. En principio, este hecho parece revelar una considerable incertidumbre que, como es obvio, ya es un paso más que suficiente para desacreditar la hipótesis.
No obstante, los cinco estudios que se contaron como “negativos” no indicaron que la leche de vaca redujera la incidencia de la enfermedad. Lo que demostraron fue que no había efectos estadísticamente significativos para ninguna de las dos conclusiones. En contraste, había un total de cinco estudios que son relevantes en términos estadísticos y todos ellos arrojaron el mismo resultado: un consumo temprano de leche de vaca está asociado con un riesgo superior de sufrir diabetes tipo 1. Hay solo una probabilidad entre sesenta y cuatro de que este resultado fuera azaroso o aleatorio.
Se dan muchas, muchísimas razones –algunas visibles y otras no– por las cuales un experimento no encontraría ninguna relación estadísticamente relevante entre dos factores, ni siquiera aunque exista dicha relación. Quizá el hecho de que el estudio no incluyera una cantidad suficiente de personas impidió obtener una certeza estadística.
Acaso la mayoría de los sujetos tenían hábitos alimentarios muy similares, limitando así la posibilidad de detectar la relación que se investigaba. Es probable que la evaluación de los hábitos nutricionales que tenían los bebés muchos años atrás fuera lo suficientemente inexacta como para ocultar una relación real. También puede ser que los investigadores estudiaran un periodo de la vida del bebé que no fuera el correcto.
El caso es que si cinco de los diez estudios descubrieron una asociación estadísticamente significativa y los cinco demostraron que el consumo de la leche de vaca estaba vinculado con una mayor incidencia de la diabetes tipo 1, pero  ninguno de ellos indicó que la leche de vaca se relacionaba con una reducción de la enfermedad, creo que difícilmente se puede afirmar (como hicieron los autores de esta revisión) que la hipótesis “se ha enturbiado debido a las incongruencias del material publicado”.
En este mismo informe, los autores resumieron otros estudios que comparaban indirectamente la relación entre la lactancia materna y el consumo de leche de vaca con la diabetes tipo 1. Esta compilación incluía cincuenta y dos comparaciones posibles, veinte de las cuales eran estadísticamente relevantes. De esas veinte, diecinueve estaban a favor de la asociación entre la leche de vaca y la enfermedad. Una vez más, la asociación hipotética resultaba considerablemente favorecida, algo que los autores parecen no haber constatado.
Cito este ejemplo no solo con el fin de apoyar el efecto evidente de la leche de vaca sobre la diabetes tipo 1, sino también para ilustrar una táctica que se utiliza a menudo para conseguir que un tema sea controvertido cuando, en verdad, no lo es. Esta práctica es más común de lo que debería ser, además de constituir una fuente de confusión innecesaria. Cuando los investigadores apelan a ella  –e incluso aunque no lo hagan de forma intencionada, suelen tener serios prejuicios en relación con la hipótesis presentada. Poco tiempo después de escribir esto, escuché en la Radio Pública Nacional una breve entrevista realizada a uno de los autores de esta publicación sobre el problema de la diabetes tipo 1. Basta decir que el autor se negó a reconocer las evidencias científicas relacionadas con la hipótesis sobre la leche de vaca.
Es bastante improbable que esta investigación sobre la diabetes pueda llegar a los medios de comunicación  en un futuro cercano porque es un tema con unas implicaciones financieras desmesuradas para la agricultura y, además, porque hay demasiadas personas con férreos prejuicios respecto de la hipótesis en cuestión. De cualquier modo, existe una abrumadora cantidad de evidencias científicas contundentes que señalan a la leche de vaca como la causa de la diabetes tipo 1, a pesar de que aún no somos capaces de comprender totalmente los complejos detalles mecanicistas que intervienen en el proceso. Y no solo tenemos evidencias del peligro que implica la leche de vaca; también contamos con pruebas contundentes que demuestran que la asociación entre la diabetes y la leche de vaca es biológicamente verosímil. La leche materna es el alimento perfecto para los bebés y una de las cosas más perniciosas que puede hacer una madre es sustituirla por la de vaca.

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