sábado, 7 de julio de 2012

COMO RESOLVER PROBLEMAS CRÓNICOS DE SALUD

Cómo resolver problemas crónicos (guía para el cambio)

Hay muchas cosas que podemos hacer para mejorar nuestra calidad de vida. Este término significa: buen nivel de energía, adecuado manejo del estrés, retardo del proceso de envejecimiento y ausencia de los desequilibrios que llamamos enfermedad. Si nos autoreparamos, nos autodepuramos y nos autoregeneramos, ¿por qué se degrada nuestra calidad de vida? ¿Por qué nos resignamos a la mediocridad, conviviendo con enfermedades crónicas y degenerativas? ¿Por qué esperamos un diagnóstico grave, para recién entonces comenzar a modificar los hábitos nocivos? La calidad de vida depende únicamente de nosotros y podemos mejorarla a través de cosas sencillas que podemos incorporar en nuestra rutina diaria, beneficiando a todo el entorno familiar.
¿Por qué nos ocurren estas cosas?
• Vivimos menos y peor
• Envejecemos más rápido
• Los niños tienen problemas de viejos
• Nos falta energía
• No manejamos el estrés
• Nos resignamos a la mediocridad
• Convivimos con enfermedades crónicas
• Aumentan las afecciones degenerativas
• La ancianidad no se vive con dignidad; se padece
¿Puede ser culpa de virus, genética o estrés?
Los virus y los genes requieren las necesarias e imprescindibles condiciones para expresarse. Si no le brindamos un “terreno” acorde, no pueden manifestarse. Por su parte, el estrés es una consecuencia y no la causa del problema.
¿Que hay detrás de una persona estresada?
• Desorden nutricional: excesos y carencias
• Síntesis hormonal desequilibrada
• Acidosis orgánica; falta de alcalinidad
• Malfunción intestinal
• Y sobre todo, colapso hepático
Como se puede ver en la monografía, el hígado controla la vitalidad, el estado emocional y la claridad mental de una persona. Un hígado sobrecargado y colapsado, generará: depresión, cólera, irritabilidad, mal humor, violencia, agresión, estrés… Entonces, ¿no es más correcto decir que una persona está intoxicada en lugar de rotularla como “nerviosa” o “estresada”?
LA CAUSA PROFUNDA: EL ENSUCIAMIENTO CORPORAL
Los modernos problemas de salud no son más que distintas manifestaciones del ensuciamiento corporal, problema generado en las últimas décadas a causa de nuestra antinatural alimentación artificializada y la total ausencia de trabajo depurativo de mantenimiento. El Dr. Jean Seignalet, catedrático francés que investigó el tema durante décadas en miles de pacientes con enfermedades crónicas y degenerativas, demostró la incidencia de la moderna alimentación como causa profunda de las principales patologías actuales, muchas de ellas consideradas “incurables” por la ciencia. El tema puede ser ampliado en monografías y entrevistas de nuestra web.
El problema comienza cuando los alimentos que ingerimos no están adaptados a nuestra fisiología. Entonces la digestión de la comida es insuficiente, la flora se desequilibra, se genera putrefacción, inflamación y enlentecimiento del bolo alimenticio. Esta combinación de factores genera un peligroso incremento de la permeabilidad intestinal, lo cual permite que gran cantidad de macromoléculas alimentarias y bacterianas, atraviesen fácilmente la delgada mucosa intestinal. De ese modo, gran cantidad de sustancias inconvenientes se vuelcan rápidamente al flujo sanguíneo, generándose graves problemas ulteriores, como la hipertensión, el colapso de la función hepática y el “tilde” del sistema inmunológico. Dicho de otra manera, en condiciones normales, lo toxico y no digerido, se elimina; actualmente, lo toxico y no digerido, se absorbe.
El Dr. Seignalet clasificó a las enfermedades según los tres tipos de reacciones generadas por las distintas moléculas que atraviesan la mucosa intestinal permeable.
Cuando se trata de moléculas antigénicas (que provocan reacción inmune), progresivamente se generan enfermedades autoinmunes: artritis, lupus, celiaquía, esclerosis múltiple, hipertiroidismo, tiroiditis de Hashimoto, herpes, artritis reumatoide, espondilitis anquilosante, reumatismos inflamatorios, síndrome de Sjögren, lupus, esclerodermia, celiaquía, dermatitis herpetiforme, nefropatías, migrañas y cefaleas aparentes, etc.
Cuando las moléculas no provocan reacción inmunológica, su acumulación progresiva genera enfermedades de intoxicación: anemia y enfermedades sanguíneas, fibromialgia, gota, artrosis, osteoporosis, depresión, pánico, esquizofrenia, alzheimer, parkinson, diabetes, osteoporosis, sarcoidosis (afecciones nodulares), arteriosclerosis, envejecimiento prematuro, cáncer, linfomas, leucemia, etc.
Cuando las moléculas ensuciantes intentan ser eliminadas por los glóbulos blancos, su abundancia genera enfermedades de inflamación: colitis, colon irritable, acné, eccemas, urticarias, soriasis, bronquitis, asma, alergias, infecciones a repetición, aftas bucales, enfermedad de Behçet, etc.
Luego de 30 años de tratar y remitir casos incurables, es importante lo que concluyó el Dr. Seignalet: “Al final, es el balance entre los aportes y las salidas de desechos, lo que determina la evolución de la enfermedad:
• cuando los aportes superan las salidas, más o menos tarde podemos esperar una enfermedad;
• cuando las salidas superan los aportes, el retorno a la normalidad es factible;
• la eliminación parcial de los desechos se traduce en una mejora parcial;
• la eliminación total de los desechos se traduce en una remisión completa”.
¿CÓMO EMPEZAR? LIMPIAR Y NO ENSUCIAR
Frente a esta problemática que, en mayor o menor medida, nos afecta a todos, es importante tener en claro la necesidad de trabajar en dos frentes al mismo tiempo: limpiar y no ensuciar. Es primordial comenzar con un necesario y profundo trabajo depurativo, utilizando variados instrumentos complementarios. Podemos valernos de preparados vegetales desintoxicantes como el Tónico Herbario, el homeopático Baplaros o las tinturas de hierbas amargas.
A fin de estimular el proceso depurativo, se puede comenzar con reposos digestivos. Esta sencilla práctica (también llamada ayuno semanal frutal) conviene realizarla un día a la semana, con el auxilio de frutas de estación, bien maduras y de reducida variedad. Esto se refuerza con el efecto “desincrustante” y limpiador del Tónico Herbario.
Pero es prioritario ocuparnos de limpiar nuestros órganos de eliminación (emuntorios), focalizando la atención en los intestinos y el hígado, que son los órganos mayormente solicitados y principalmente colapsados por la toxemia crónica. En este sentido puede ser de auxilio el libro “Cuerpo Saludable”, que incluye gran cantidad de técnicas para realizar en forma casera.
Por otra parte, en simultáneo con lo antedicho, debemos iniciar el largo proceso desparasitante mediante el uso de varias alternativas naturales: tinturas de hierbas amargas (altamisa, suico), homeopáticos (cina), propóleo, arcilla, etc.
Por tanto, vemos que básicamente debemos trabajar en cinco carriles simultáneos:
• Limpiezas orgánicas: intestino y luego hígado
• Desparasitado: tinturas amargas en dos tomas diarias
• Tónico Herbario: depurativo de toma nocturna
• Ayuno semanal frutal: un día a la semana con frutas
• Cambios nutricionales: privilegiar frutas/verduras/semillas, máximo posible crudo, siguiendo las siguientes pautas.
ALIMENTOS QUE MATAN, ALIMENTOS QUE CURAN
Mientras depuramos, es básico corregir el desorden nutricional responsable de nuestro ensuciamiento corporal. Tan importante como las cosas que conviene introducir en la dieta, son aquellas que deben eliminarse. A menudo los beneficios de los nuevos aportes, son neutralizados por el nefasto efecto de los alimentos artificializados y ensuciantes que seguimos ingiriendo.
Debemos tomar consciencia que el organismo se renueva diariamente (en un año cambiamos el 98% de los átomos del cuerpo), y la calidad de dicha renovación depende de la calidad de nutrientes que ingerimos. El organismo no puede hacer milagros: mala calidad de nutrientes implica mala calidad de células nuevas, mala calidad de los órganos que se renuevan y consiguiente aumento de la toxemia corporal.
Resulta importante aprender a identificar los alimentos ensuciantes o no fisiológicos, para limitarlos o descartarlos de la dieta cotidiana, la cual debería basarse en alimentos más genuinos y mejor adaptados a nuestra natural capacidad digestiva.
El alimento fisiológico es aquel que puede ser correctamente procesado por las enzimas digestivas, las mucinas y la flora intestinal. En resumen, es el alimento ancestral; que nutre, vitaliza y depura. Dado que genéticamente somos 98% monos, nuestra fisiología digestiva está preparada para frutas, semillas, tubérculos y hojas. Por una cuestión de supervivencia, el ser humano tuvo que adaptarse a la cocción y a la proteína animal. Luego la tecnología nos introdujo el alimento industrializado y procesado, con el artificial aporte de la síntesis química.
Resulta obvio que el alimento moderno:
• No es fisiológico y no se digiere correctamente
• Genera excesos y carencias nutricionales
• Consume energía y no proporciona vitalidad
• Aporta muchas sustancias tóxicas
• Provoca ensuciamiento crónico
Si bien el tema es desarrollado en una publicación específica, sugerimos aquí una guía resumida que permita ir modificando saludablemente nuestros hábitos alimentarios. En primer lugar pasaremos revista a aquellos alimentos que deberíamos descartar de nuestra ingesta diaria o al menos reservarlos para fines de semana o eventos sociales; no es importante la excepcionalidad sino la cotidianeidad de nuestra ingesta. Luego abordaremos los consejos para organizar una despensa y una alimentación saludable.
ALIMENTOS ENSUCIANTES
Refinados industriales (azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, aceites refinados, sal refinada, etc) y los alimentos que los contienen (gaseosas, panificados, copos de cereales, golosinas, productos lights, alimentos industrializados en general…)
Margarinas (aceites vegetales hidrogenados) y los numerosos productos masivos que los contienen (helados, lácteos, golosinas, papas fritas, panificados…)
Almidones mal procesados (harinas, legumbres), sin la correcta humectación, cocción y masticación, y fundamentalmente trigo y maíz pampeano (transgénicos)
Soja en forma de porotos, harinas, texturizados, aceites refinados, proteína aislada o jugos (leche de soja)
Alimentos cocinados por encima de los 100ºC (punto de ebullición del agua)
Edulcorantes, conservantes y aditivos sintéticos, y los numerosos alimentos de uso masivo que los contienen
Productos animales de cría industrial (feed lot, estabulación, piscicultura en piletas, pollos de jaula…) incluidos los lácteos y sus derivados
ALIMENTOS FISIOLÓGICOS
Entendemos que la base para organizar una alimentación fisiológica y saludable, pasa por la correcta organización de la despensa alimentaria. El hecho de identificar los alimentos por grupos, nos permitirá utilizarlos en forma racional hasta familiarizarnos intuitivamente con ellos, evitando así errores e improvisaciones. Esto nos dará la necesaria flexibilidad para ir adecuando la nutrición a los variables requerimientos personales y estacionales.
Otra finalidad de identificar los grupos alimentarios de la despensa, tiene que ver con la conveniencia de ingerir algo de cada grupo a lo largo del día. Esto resulta básico para garantizar una nutrición sin riesgos de excesos y carencias. Al trabajar una diversidad de alimentos, las cantidades serán pequeñas y esto nos conducirá a la frugalidad alimentaria.
Otro beneficio del manejo de los grupos alimentarios, es la variación de los elementos de cada grupo. No hay alimento perfecto y cada uno tiene lo suyo, razón por la cual es aconsejable rotar y alternar integrantes de cada familia, a fin de evitar excesos y carencias.
Los tres grupos fundamentales de una despensa saludable deberían ser frutas, hortalizas y semillas. Todos los elementos de estos grupos son recomendables; en el caso de los vegetales frescos, son preferibles aquellos del lugar, de la estación y madurados naturalmente. También es recomendable consumirlos preferentemente crudos o ligeramente cocidos, salvo los amiláceos (papa, batata, zapallo). Frutas y semillas son ideales componentes de meriendas. Las semillas pueden dar lugar a saludables germinados, leches y mantecas vegetales, granolas…
Otros dos grupos importantes son cereales y legumbres. En este caso se sugiere el uso de granos enteros, bien cocidos y correctamente masticados. Esto evita el masivo problema de los almidones mal procesados (ver monografía en la web). La combinación de un cereal y una legumbre en una misma comida (guisos, sopas, hamburguesas), garantiza la calidad de la ingesta proteica. Únicas restricciones en estos grupos, el trigo y la soja, dada la cantidad de problemas que acumulan y lo mal que se procesan.
Luego su ubican otros grupos complementarios de una despensa saludable: algas, aceite, condimentos, proteínas, endulzantes, bebidas y suplementos. Las algas marinas aportan minerales, fibra soluble y excelentes efectos protectivos; se aconsejan para acompañar la cocción de cereales y legumbres. Los aceites son la principal fuente de ácidos grasos esenciales, razón por la cual deben ser de presión en frío, sin refinación y usados en crudo (solo el oliva es recomendable para exponer al fuego); se sugieren combinaciones equilibradas en sabor y omegas, como el oliva/girasol/lino u oliva/soja/chía. Los condimentos aportan gran cantidad de beneficios, sugiriéndose el uso de mucha variedad y poca cantidad; sin dudas que el principal condimento es la sal marina no refinada, cosa garantizada por los cristales de roca (sal andina).
A nivel proteínas, consumiendo variedad, complementación y rotación de los alimentos antes citados, no puede haber carencias; por el contrario, el problema moderno es el exceso proteico. En caso de necesidad, se puede recurrir a huevos caseros, polen de abejas, algas espirulina o frutos de mar. En materia de endulzantes podemos usar azúcar integral mascabo o miel de abejas, sin olvidar el saludable efecto dulcificante de las frutas pasas o la harina de algarroba. Respecto a bebidas, debemos priorizar el agua, sin olvidar que frutas y hortalizas son la mejor fuente de agua biológica; pudiendo utilizarse las terapéuticas infusiones de hierbas o el saludable kéfir de agua que regenera la flora intestinal.
Por último, se sugiere una serie de complementos naturales, con distintos efectos: mineralizantes (germen de trigo, levadura de cerveza, furikake, maca), depurativos (tónico herbario, homeopático baplaros, tinturas de cardo mariano, genciana o alcaucil), inmunoestimulantes (propóleo, equinácea, harina de vino, hongos shiitake), regeneradores de flora (kéfir de agua, chucrut, salsa de soja, miso, semillas de habú) y alcalinizantes (limón, ortiga, diente de león, congorosa, ciruelas umeboshi).
¿CON ESTO BASTA?
No. Para conseguir un resultado depurativo y saludable a partir de esta propuesta nutricional, hay otras cosas que deben ser tenidas en cuenta, dado que la mala metabolización, aún de un buen alimento, implica toxemia. En este sentido, resumimos una serie de consejos básicos para favorecer el correcto proceso metabólico de nuestra comida.
Personalizar la nutrición. Es imposible determinar las necesidades alimentarias reales de una persona, dado que influyen muchas variables: edad, actividad física, arquetipo biológico, época del año, lugar de residencia, clima, tipo de alimento, etc. Es ridículo pensar en término de gramos o calorías de alimento. Por tanto nadie mejor que uno para evaluarse a partir de una mayor sensibilidad y un buen equilibrio orgánico.
Respetar los ciclos naturales. A lo largo del día, el cuerpo tiene momentos específicos para sus funciones orgánicas; se recomienda un desayuno tardío (las primeras horas son de eliminación), un almuerzo importante (es cuando tenemos máxima potencia digestiva) y una cena temprana y liviana (al acostarse, la digestión debe estar concluida). Tampoco será similar nuestra necesidad de nutrientes en luna llena que en luna nueva, o en invierno que en verano.
No comer cansados, tensos o sin apetito. Ambos estadios conspiran contra una buena metabolización. Es bueno relajarse y descansar un momento antes de comer. También resulta aconsejable atender a las señales de demanda interna, regulando las cantidades en lugar de comer por hábitos mecánicos. El metabolismo también se verá favorecido si comemos en ambientes tranquilos y distendidos.
Masticar a consciencia. La acción masticatoria no solo genera correcta insalivación (aporte enzimático) y ahorra trabajo digestivo, sino que estimula la inmunología a través de la absorción bucal de una hormona salivar (parotina) que se desaprovecha al tragar rápido.
Incrementar la actividad física y el reposo. Parecen cosas contradictorias, pero no lo son en absoluto. La actividad física, escasa hoy día, favorece los procesos depurativos y metabólicos. Por su parte el adecuado reposo, sobre todo el nocturno, también facilita los procesos regenerativos, metabólicos y desintoxicantes.
Tenernos paciencia. No olvidemos que al seguir estos lineamientos, estamos removiendo hábitos culturales muy arraigados y estamos saliendo de la adicción a los opiáceos presentes en productos de consumo masivo como lácteos y trigo (ver monografía en la web). O sea que podemos vernos expuestos a una verdadera “crisis de abstinencia”. Pero al mismo tiempo estaremos removiendo el estado de obnubilación mental que a veces nos impide establecer prioridades.
Evitar la represión de síntomas. Estamos condicionados a reprimir las variadas formas que tiene el organismo para compensar nuestro desorden interno. Fiebre, sudor, gripe, hipertensión, colesterol, anemia, hemorroides… no son más que síntomas del desorden interno e intentos de adaptación. No hay que luchar contra los síntomas, sino entender las causas profundas que los generan y trabajar las sugerencias propuestas, a fin de reestablecer el orden natural.
Tener en cuenta las Cinco P:
• Perseverancia: estamos removiendo décadas de condicionamiento y ello requiere mucha determinación.
• Pequeños Pasos: vayamos haciendo un cambio a la vez, a fin que el organismo pueda irse adaptando a las variaciones.
• Paciencia: estamos saliendo de adicciones y ello nos generará cierta irritabilidad y hasta ciertas “trampas” mentales.
• Plasticidad: siempre algo es mejor que nada; no demoremos el comienzo esperando tener todo resuelto.
Es importante tener presente que no hay soluciones “mágicas”. Solo una suma de factores -entre ellos la toma de conciencia y nuestra voluntad- puede devolvernos el equilibrio y la plenitud de nuestro organismo. Tenemos derecho natural a ese estado; y lo lograremos si dejamos de resignarnos a la mediocridad. También hay que tener en cuenta que nada cura desde afuera hacia adentro; el verdadero equilibrio siempre se logra desde adentro hacia fuera.

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